sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Qué clase de democracia tenemos?

Ciudad Adentro

Laura Castro Golarte (lauracastro05@gmail.com)

Hasta ahora, desde una visión occidental por supuesto, el sistema democrático es el mejor y no hay más, porque aparte tenemos a los autonombrados defensores de la democracia que con ese pretexto han invadido países e intervienen en políticas internas.

Y claro que esta situación y otras relativas a este sistema de gobierno han dado origen a estudios, libros, ensayos y demás disquisiciones. Así tenemos, por ejemplo, títulos como “El miedo a la democracia”, “La democracia agotada”, “¿Qué es la democracia?” y hasta “El romance de la democracia”.

Sobre la democracia en México hay también abundante material, investigaciones y sesudos análisis que, sin embargo, no me han servido para entender qué clase de democracia es la de nuestro país. La hemos adjetivado de muchas formas: democracia inacabada, naciente, incipiente, inmadura, incompleta, en transición… en fin, pero la verdad es que no la encuentro. Porque no se puede decir que somos democráticos solamente porque después de décadas celebramos comicios en los que la gente sale a votar y se respeta el sufragio. Después de la certeza inobjetable del año 2000, las elecciones posteriores, sobre todo en 2006, han dejado mares de dudas.

No la encuentro cuando nos enteramos de que los legisladores se ponen de acuerdo bajo la mesa luego de la suscripción de pactos que no tienen nada qué ver con los mexicanos a quienes representan; o en los estados, ejemplos como el de Jalisco son muestra de que la democracia está torcida. El caso que he citado varias veces es el de la reforma a la Ley de Presupuesto que esta semana, el gobernador del Estado simplemente decidió no publicar. La pregunta es ¿entonces para qué está el Poder Legislativo? ¿Qué es eso de que nuestro gobierno está dividido en tres poderes si de un plumazo el Ejecutivo anula al Legislativo y ambos intervienen de manera burda y abierta en el Judicial?

¿Entonces para qué los miles de millones de pesos que engordan los presupuestos de los órganos electorales cuyos consejeros, invariablemente, porque así están diseñadas las leyes, son elegidos por los partidos a través de sus diputados? ¿Para qué el rimbombante discurso que alienta el fortalecimiento de las instituciones? ¿Cuál representación popular? ¿En dónde está la defensa de los intereses ciudadanos que dicen encabezar alcaldes, gobernadores, el Presidente y todos los legisladores, locales y federales?

No encuentro la democracia en México, no en la actitud, ni en la conducta y, por ende, tampoco en las decisiones. ¿En dónde están las acciones democráticas, entendidas como incluyentes, generosas, solidarias y equitativas, transparentes y ciertas? ¿En dónde, si se inundarán tres municipios contra la voluntad de sus habitantes para construir una presa? ¿En dónde si en algo tan simple como el color de un puente la gente dice blanco y el gobierno dice negro?

Por favor, que alguien me explique.

Artículo publicado en El Informador el sábado 4 de diciembre de 2010.