sábado, 31 de agosto de 2013

Tapar el sol con un dedo

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Cuando la administración de Enrique Peña Nieto, Presidente de México, cumplió seis meses, los datos de la economía y de la violencia ya eran preocupantes. Hoy, con base en los últimos datos del INEGI, la economía mexicana liga dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo, de manera que, por ese hecho, resulta que estamos en recesión. No severa, pero recesión al fin.
La inflación va en franco incremento, el desempleo también y los números oficiales de la inseguridad y la violencia tienen variaciones mínimas a la baja en comparación con el sexenio anterior; aunque con información independiente manejada, entre otros, por el Instituto para la Seguridad y la Democracia, Insyde, estamos peor.
El próximo lunes, luego de un cambio en la agenda, el Presidente Peña Nieto emitirá el mensaje del Primer Informe de Gobierno desde Los Pinos y con base en datos que se han difundido hasta hoy, no tendrá buenas cuentas que rendir; infortunadamente, el tenor de esta administración ha sido el de omitir las cifras que no son buenas o maquillarlas con un discurso rebuscado y rimbombante con la idea de que parezca que todo está bien, como sucedió con los datos recientemente difundidos en el Consejo Nacional de Seguridad, en donde no se indica, por ejemplo, que el robo de automóviles alcanza niveles de alarma porque se ha incrementado con características de violencia; y tampoco se reconoce el aumento en los secuestros, por citar dos ejemplos.
No sé cómo van a manejar el asunto de la economía, cómo la van a disfrazar o si optarán por omitirla, porque la recesión ahí está y las expectativas de crecimiento van a la baja un día sí y otro también.
Al principio del año, analistas del Banco de México estimaban que en 2013 el crecimiento sería mayor al de 2012 (3.9% del PIB) aunque la expectativa oficial se situó en 3.5%, pero en estos momentos, después de dos ajustes, las previsiones de Hacienda son de 1.8 por ciento. Claro que en el caso de analistas del sector privado los números no son optimistas, algunos estiman 1.2 y 1.4% de crecimiento del PIB.
Cuando se dieron a conocer estas decisiones, como es costumbre, trataron de minimizar lo que implica que se reduzca la expectativa de crecimiento porque se espera que la economía mundial mejore en lo que resta del año, sin embargo, los números son contundentes y una realidad que, ahora sí, es imposible de ocultar o de no reconocer.
Creo que en esta ocasión no tienen mucho margen de maniobra y siento curiosidad por saber cómo incluirá la parte económica en su discurso el Presidente Peña Nieto.
Porque en ese capítulo hay que agregar lo relativo al desempleo, a la economía informal (que ha crecido de manera exponencial), los bajos sueldos, la deuda pública y las deudas de los mexicanos, cartera vencida, paridad y cuestiones por el estilo.
Y, por cierto, una de las razones de que el crecimiento del PIB haya sido negativo los dos primeros trimestres de este año, la principal, de hecho, es el subejercicio del presupuesto del Gobierno federal por falta de eficiencia en el desempeño de la administración pública. Falta de pericia o de visión o de generosidad o por negligencia e inconsciencia. El caso es que apenas hasta ahora se está corrigiendo el retraso en el ejercicio del gasto público, una parte fundamental de nuestra economía.

Y aparte de todo esto, las manifestaciones y sobrecarga legislativa que complican severamente el panorama. Vamos a ver qué pasa, pero que no quieran tapar el sol con un dedo.

Publicado en El Informador de sábado 31 de agosto de 2013.

martes, 27 de agosto de 2013

Enseñar a ser libres

El reto del periodismo ante las características del “lector postmoderno” (*)

Laura Castro Golarte


Hace unos dos años, en Mérida, Yucatán, mientras cubría la visita del presidente de Estados Unidos, William Clinton, a nuestro país, entré a un banco a hacer un retiro y me llamó poderosamente la atención una mujer de aspecto humilde que hacía fila junto con todos para llegar a las cajas.
Como saben, en muchas sucursales bancarias es costumbre colocar televisiones a través de las cuales se presentan las promociones y ventajas del banco en cuestión, que si las tasas de interés, que si la cuenta maestra, que si la de ahorros, que si los préstamos y los seguros. De vez en cuando transmiten algún programa deportivo (patinaje sobre hielo por ejemplo) o artístico (danza), sin embargo, en aquella ocasión sólo se transmitía un anuncio de tarjetas de crédito; terminaba el comercial y volvía a empezar; y otra vez. No sé cuántas veces lo repitieron.
En diferentes momentos, la atención de los usuarios era captada por la televisión, pero al ver que era el mismo comercial, dirigían su atención a otra cosa, era preferible mantener la mirada perdida en el horizonte de cajas que estar viendo lo mismo.
Mi atención se centró en la mujer y conforme la fila avanzaba no podía dejar de verla: como hipnotizada, asentía con la cabeza a cada afirmación que decía el locutor, para ella no importaba que fuera el mismo comercial. En varias ocasiones tuvo que ser reprendida por quienes estaban detrás de ella para que avanzara y con frecuencia prefería salir de la fila con tal de no dejar de ver la televisión y seguir diciendo que sí con la cabeza, como enajenada, como si estuviera recibiendo alguna especie de instrucción vital..
Me descubrí sorprendida y después horrorizada; me acordé de Jimmy Jones y el suicidio colectivo en la Guyana. Empecé a preguntarme si lo que estaba viendo era posible. El consuelo que encontré fue que, finalmente, la mujer era la única de entre unas cuarenta personas que estaba prendida de la televisión. Pero seguí haciéndome preguntas mientras la observaba y de tanto en tanto también era recriminada por los que estaban detrás de mí: ¿Cuánta gente habrá como ella? ¿Cuánta gente cree a pie juntillas lo que ve y escucha, lo que lee? ¿Cuánta gente deja que su vida sea manipulada por los medios? ¿Cuánta depende de ellos para tomar decisiones? ¿Para ser feliz?

Si el hombre postmoderno es un hombre vacío, sin contenido, que huye de sí mismo y se embriaga de ruido y vino, que tiene prisa por vivir y que desea estar bien informado pero no incrementar su cultura, los medios masivos de comunicación han contribuido a ello, de eso no me cabe la menor duda.
La pregunta ahora es ¿cómo los medios pueden contribuir a que los deseos del hombre postmoderno no sean la evasión, el consumo y el desenfreno, sino otros –más que deseos, ideales— que lleven hacia una vida más espiritual, llena, con contenido y valores?
El reto es grande.

El surgimiento de los primeros medios de comunicación –y remontémonos a los impresos— tuvo un objetivo muy claro que entonces se cumplía sin que nadie lo cuestionara: servicio social responsable. Durante la Revolución Francesa, los llamados “libelos” tenían el propósito de exhibir, a través de sus escritos, los excesos en los que había sucumbido la monarquía. Operaban como una especie de monitor de lo que el gobierno hacía y, en función de ello, la sociedad ilustrada tenía mejores oportunidades para exigir y el campo abierto para inconformarse.
El famoso libelo de Thomas Paine, “Sentido Común”, publicado en 1776, ejerció una influencia determinante en la sociedad estadounidense del siglo XVIII y contribuyó a la independencia de la nación más poderosa del mundo.
El propósito era hacer reflexionar a las masas a las que entonces era posible llegar. En aquellos años Paine escribió: “Vivimos tiempos que ponen a prueba el alma de los hombres...  La tiranía, como el infierno, no se dejan vencer fácilmente; pero tenemos el consuelo de que cuanto más penosa es la lucha, más glorioso es el triunfo”. Henry N. Brailsford, autor del prólogo del libro “Los derechos del hombre” de Thomas Paine, asevera: “Su folleto Sentido Común alcanzó una circulación que significa un acontecimiento en la historia de la imprenta y con él logró transformar en firmes resoluciones lo que antes de sus escritos no eran en la mente de los hombres más que ideas en formación. Habló a los rebeldes y creó una nación” (1).
Esta es la esencia del periodismo y de la labor de los medios. Son un instrumento para la democracia, así fueron concebidos, pero con el paso del tiempo, con los avances tecnológicos y la ascensión al poder de la sociedad de consumo, sus objetivos han cambiado y ahora, lejos de atender inquietudes, temores, deseos, necesidades e inconformidades de la sociedad (léase televidentes, radioescuchas y lectores) imponen sus contenidos y consolidan lo que la filósofa Ikram Antaki denominó: “mediocracia”: el gobierno de los medios, más allá del pueblo, es decir, más allá de la democracia (2).
En este tenor de ideas, el panorama es pesimista, desalentador. Los medios de comunicación se auto justifican y afirman que a los públicos se les da lo que piden, cuando en realidad, primero fue la oferta que generó una necesidad y provocó una demanda. No recuerdo haber leído en ninguna parte el momento en que las masas se manifestaron para pedir “talk shows” por ejemplo, ni programas cómicos, ni de “hits” musicales; no lo he visto tampoco en encuestas ni en estudios de mercado.
Es fácil para los medios y para muchos mal llamados líderes de opinión, alzarse como representantes de la sociedad cuando nadie les ha conferido el título oficialmente, nadie los ha nombrado ni cuentan con certificados que los avale como tales, pero se contentan con afirmar que diseñan sus programas de acuerdo a lo que la gente pide.
Suponiendo que así fuera, la respuesta de muchos representantes de medios de comunicación es irresponsable.
La misma Ikram Antaki lo ilustra: “los medios permanecen necesariamente en el nivel de la retórica encantadora que, con algo de arte, convence a los hombres tanto de una verdad como de su opuesto. Dicha democratización de la información está destinada a un grado primario del pensamiento y es, consecuentemente, la puerta abierta a todas las demagogias. El debate público se ha vuelto indigente; la razón de tal pobreza es, paradójicamente, la mayor conquista de la modernidad, esto es: la democratización de la información. Sabemos más, pero nuestro saber no es más confiable”.
Y enseguida pregunta y responde: “¿Acaso la democratización de la información es un peligro para la democracia misma? Los medios masivos de difusión son un canal abierto a la expresión democrática, pero no deben ocupar todo el terreno de la práctica democrática. El terreno de la opinión es el lugar propicio para el surgimiento de reacciones desmesuradas. Estas reacciones pretenden ser portavoces de la voluntad popular, sin tomar en cuenta que una voluntad de esta naturaleza, en cuanto se desborda, pone en peligro todo orden democrático” (3). Y esto tiene que ver con la calidad moral e intelectual, absolutamente sin garantías. La inmediatez con la que se difunden las noticias, el poco o nulo espacio para el análisis y la reflexión, la tendencia a despertar instintos y pasiones, así como reacciones instantáneas nunca producto de un ejercicio intelectual, han servido para conformar al hombre postmoderno, parte de una masa, convertido en cosa, fácilmente manipulado.
La difusión de los actos terroristas en Nueva York y en Washington, así como sus repercusiones son un claro ejemplo. La manipulación es constante y no sólo por las escenas en donde desde el Presidente de Estados Unidos hasta la gente que pasa por la calle, no pueden contener las lágrimas, sino y fundamentalmente, por la omisión de muchos datos que permitirían comprender por qué pasó en Estados Unidos lo que pasó. Han quedado en el terreno del olvido los agravios infringidos por el gobierno de Estados Unidos a otras naciones, el rencor y el odio que han generado y alimentado. Y no se trata por supuesto de alegrarse por lo que les pasó a seres humanos como nosotros, sino de medir los hechos en su justa dimensión después de un ejercicio de reflexión y análisis para el que los televidentes no han tenido tiempo ni espacio y ha sido poco inducido o motivado.

La naturaleza del periodista está estrechamente vinculada con los que deberían ser los valores de los seres humanos: independencia, responsabilidad y apego a la verdad. Cualquier periodista que se precie de tener estas características y trabajar en función de ellas, es una persona ética y la ética es la ciencia que enseña a ser “perfectiva y amorosamente feliz”.
En este orden de ideas, el reto del periodismo  ante las características del hombre postmoderno no implica otra cosa que ser fiel a la naturaleza del periodismo. En esa medida, la información que se investigue y finalmente se publique tiene que motivar a la reflexión, tiene que ser el punto de partida para que los lectores estén en condiciones de prefigurar un pensamiento propio, una idea original, una opinión valiosa. Tomando como base lo que leen –breve, gráfico y profundo para atraer su atención en una primera instancia- los lectores tienen que ser capaces de discriminar, discernir, disentir, dudar, cotejar, confirmar, comprometerse y, fundamentalmente, no dejarse atrapar por opiniones ajenas que en realidad son escenografías de una intrincada red de intereses que aguarda tras bambalinas.
Tomar de ellas únicamente lo que sirve. Podría funcionar, para ilustrar, el encantamiento denominado Imperius en las historias de Harry Potter (4), que consiste en, pese a estar bajo los efectos de una especie de hipnotismo, oponerse a la orden que llega desde afuera y tomar decisiones propias. Algo así le sería de gran utilidad a la mujer enajenada de Mérida.
El reto no es fácil porque para muchos medios significaría ir contra lo que han hecho hasta ahora, romper los hábitos internos y de sus auditorios, ofrecer un producto diferente, pero ante la disyuntiva que plantea la credibilidad, quiero creer que los medios, sus dueños y operadores, tendrán que buscar caminos de información muchos más responsables que contribuyan a “llenar” al hombre postmoderno, vacío por antonomasia, de contenidos valiosos y útiles que permitan rescatar el sentido de humanidad que en cada uno de los hombres se ha ido perdiendo, que se ha ido dejando como jirones, en los múltiples y muy variados instrumentos de evasión de que se dispone ahora.
La tarea no es sólo de los medios, es también de los gobiernos, de sus sistemas educativos, de sus leyes, pero a los medios toca ahora asumir una responsabilidad histórica, la de convertirse en  promotores de una mejor sociedad.
Y de todos los medios, son los impresos los que sin duda tienen una responsabilidad mayor, porque es a través de las palabras que se generan los vasos comunicantes, y si las palabras permanecen y se guardan, mucho más fácilmente que las imágenes, hay más probabilidades de que el mensaje llegue y se quede.
Giovanni Sartori, el politólogo florentino, publicó en 1997 el libro “Homo videns. La sociedad teledirigida” en donde se centra en la televisión bajo el siguiente argumento “la tesis de fondo es que el video está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen. Todo acaba siendo visualizado. Pero ¿qué sucede con lo no visualizable (que es la mayor parte)? Así, mientras nos preocupamos de quién controla los medios de comunicación, no nos percatamos de que es el instrumento en sí mismo y por sí mismo lo que se nos ha escapado de las manos”.
Y después de citar a Baudrillard (“La información, en lugar de transformar la masa en energía, produce todavía más masa”), Sartori es contundente: “Es cierto que la televisión, a diferencia de los instrumentos de comunicación que la han precedido (hasta la radio) destruye más saber y más entendimiento del que transmite” (5).
Realista, Sartori no plantea la destrucción de la televisión ni de internet, simplemente hace un llamado, más que a los medios, a los padres de familia y a los educadores para que las nuevas generaciones no sean denominadas video-niños, entes que reciben cantidades impresionantes de información, sin calidad, mucho antes de aprender a leer y a escribir; es una exhortación para que no se destruya el saber y el entendimiento, para que la información a la que estamos expuestos sea útil, una característica que sólo se podrá conseguir mediante el ejercicio de la inteligencia y del libre albedrío, esa libertad que busca la verdad para crecer y para la que Thomas Paine imaginaba un alto precio: “Los cielos saben poner el precio que corresponde a sus mercancías y, naturalmente, muy extraño sería que artículo tan celestial como la libertad, no tuviera un alto precio” (6).
El reto es escribir para hombres esclavos de sí mismos, de la sociedad de consumo y de los medios electrónicos, para que paguen el precio, más que de múltiples e inútiles pertenencias, de la libertad que ofrece el simple hecho de pensar. 

NOTAS

(1)    Thomas Paine. Los Derechos del Hombre. Fondo de Cultura Económica. Introducción de H.N. Brailsford. 1986.
(2)    Ikram Antaki. El manual del ciudadano contemporáneo. Ariel. 2000
(3)    Ibid.
(4)    J.K. Rowling. Harry Potter y la piedra filosofal, Harry Potter y la cámara secreta, Harry Potter y el prisionero de Azkaban y Harry Potter y el cáliz de fuego. Océano. 1999, 2000 y 2001.
(5)    Giovanni Sartori. Homo videns. La sociedad teledirigida. Taurus. 1997.
(6)    Thomas Paine. Los Derechos del Hombre. Fondo de Cultura Económica. Introducción de H.N. Brailsford. 1986.


* Participación en un encuentro con estudiantes del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), campus Guadalajara, noviembre de 2006. 


sábado, 24 de agosto de 2013

¿Por qué?

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El PRI no es nuevo ni es un partido de generación espontánea que llegó a un país del que no sabía nada (de pronto eso parece). Si algún partido (sus dirigentes, militantes y muchos mexicanos) conoce la realidad nacional, la forma en que opera el sistema y la idiosincrasia y el modus operandi de la clase política, es el PRI, así que no vengan con que no sabían o no se lo imaginaron o no lo calcularon o no lo esperaban.
Me refiero por supuesto al conflicto, cada vez más grande, provocado por la inconformidad de decenas de miles de maestros que, primero, no fueron escuchados y, segundo, siguen sin ser atendidos con respecto a la reforma educativa y a tres leyes reglamentarias: la General de Educación, la del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación y, las más problemática, la Ley del Servicio Profesional Docente.
¿Qué acaso el PRI no sabe cómo es la Coordinadora Nacional de Maestros de la Educación? ¿Qué no tenía idea de por qué es un grupo disidente del SNTE, por cierto, cada vez más grande y extendido en varios estados de la República? ¿Qué no se acuerda el PRI de las manifestaciones violentas de hace algunos meses cuando se empezaba a “socializar” la reforma educativa? ¿Qué acaso los priistas “de hoy” ignoran que desde el PRI se operó en su momento –Salinas— para quitar a Carlos Jonguitud Barrios y poner a Elba Esther Gordillo?
El PRI lo sabe perfecto y que los maestros de la CNTE se opondrían. Y tan es así, que el mismo Enrique Peña Nieto, Presidente de México, lo reconoció al afirmar ayer que los mentores que se oponen ¡están mal informados! Y ¡es cierto! Es, de hecho, la primera vez que escucho al titular del Ejecutivo federal referirse a una verdad incuestionable.
Preguntas (más): ¿Por qué dejaron crecer hasta este punto el problema? ¿Por qué, cuando se discutirían las leyes secundarias? ¿Por qué no se organizaron foros o mesas en donde los profesores fueran informador primero y luego escuchados?
En las últimas semanas el Distrito Federal, de por sí caótico, prácticamente está intransitable y el problema de ayer, ya tarde, era el bloqueo de la principal vía que lleva al aeropuerto de la Ciudad de México, una de las urbes más visitadas, habitadas y complejas del mundo.
No puedo pensar que todo lo hayan dejado crecer para meter en problemas a la capital del país bajo el mando de un perredista (que no ha figurado como sus antecesores en lo absoluto y se muestra más bien timorato) ¿Entonces? ¿Para propiciar el desgaste de la sociedad? ¿Para enardecer los ánimos? ¿Para que cientos de miles de niños pierdan clases? ¿Para, de todas maneras, enseñar el músculo? Porque ya dijo Manlio Fabio Beltrones que aunque los maestros se manifiesten y tengan cercadas las sedes del Congreso de la Unión, la tercera ley se va aprobar a como dé lugar. Entonces ¿ése es el propósito? ¿Demostrar que se detenta todo el poder con visos –cada vez más claros—de autoritarismo, de soslayo y menosprecios de las manifestaciones ciudadanas, justificadas o no; con razón o sin ella?
Si es por todo esto que dejaron crecer tanto el problema, entonces, andamos mal… en niveles de gravedad y alarma.


Publicada en El Informador el sábado 24 de agosto de 2013.

sábado, 17 de agosto de 2013

Difícil de creer

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

En Jalisco, el Partido Acción Nacional tuvo 18 años para llevar al Estado y a sus habitantes, a estadios superiores de desarrollo; y cientos de oportunidades para abatir la pobreza, combatir la corrupción (qué tanto criticaron desde la oposición) y poner orden (¿se acuerdan del lema “Por una patria ordenada y generosa y una vida mejor y más digna para todos”?) en la administración pública estatal. Más de 18 años si consideramos el “trabajo” desde la oposición, pero eso es pedir demasiado.
De hecho, fueron 18 años de desgaste, corrupción y pérdida de tiempo –por decir lo menos— que ahora persiguen a los panistas que desempeñan algún cargo de elección popular. ¡Qué mal!
Y lo peor es que, al igual que el PRI cuando perdió el gobierno, no parece que se den cuenta. Y pues con esto, cada vez me convenzo más de que esta conducta es propia de toda la clase política, no es exclusiva de un partido o de otro, sino de todos cuando dejan de ser gobierno.
Una muestra es la asociación civil Motor Social que preside Martín Hernández Balderas, quien fuera secretario de Desarrollo Social con Emilio González Márquez y que recién se presenta a los medios de comunicación en estos días. La asociación está integrada por varios panistas y ex panistas, por gente de otros partidos y por muchos otros que no pertenecen a ningún partido, pero el presidente dice que no tiene fines político-electorales sino de apoyo a las organizaciones sociales de Jalisco para que se procuren fondos, estén mejor organizadas y preparadas para la realización de su trabajo que puede ser desde la asistencia social hasta la promoción de la democracia. Difícil de creer.
Hernández Balderas fue cuestionado sobre varios asuntos, por ejemplo, con respecto a que si la asociación era refugio de panistas o si sus fines eran doctrinarios. Obviamente contestó que no. Difícil de creer.
Igual se le preguntó para qué otra asociación así, si ya operan el IJAS con las organizaciones enfocadas en la asistencia social; y Corporativa de Fundaciones que ofrece el mismo tipo de asesoría que pretende otorgar Motor Social; quien fuera titular de Desarrollo Social en el sexenio pasado respondió que labores de esta naturaleza siempre eran necesarias o algo así y que además tenían muy buena relación tanto con el IJAS como con la Corporativa.
Algunos de los integrantes de la asociación fueron relacionados en su momento con esa agrupación o movimiento (que dice Fernando Guzmán Pérez Peláez que es como el chupacabras: todo mundo dice que existe pero nadie lo ha visto) conocido como el “Yunque” pero Motor Social no tiene fines político-electorales, ni partidistas, ni de adoctrinamiento ni nada que se le parezca. Muy bien, por lo menos sabemos los fines que no tiene aunque sea difícil de creer.
Resulta difícil de creer, además, porque si fuera una asociación total y absolutamente desinteresada en lo político/partidista pues trabajaría discretamente, con humildad, apoyando a las organizaciones que lo requieren sin publicitar la labor, pero no.
Y por último, Hernández Balderas hace hincapié en que los fines no son de lucro, pero asociaciones de esta naturaleza, con los alcances que pretenden, requieren recursos para operar ¿de dónde saldrán? El presidente de Motor Social dijo que hay asociaciones y fundaciones que apoyan este tipo de iniciativas. Y pues sí, es cierto, es cosa de aprender el caminito, cumplir con los requisitos, recibir y justificar.
Esto de ayudar a las organizaciones sociales ¿cómo no lo hicieron antes? Cuando desde el gobierno se disponía de recursos, de relaciones y de todo el poder ¿Por qué no fue entonces? ¿Por qué hasta ahora? Muy difícil de creer.

Publicado en El Informador el sábado 17 de agosto de 2013.



sábado, 10 de agosto de 2013

Desdén

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde 2007, es decir, hace seis años aproximadamente, se aprobó elevar de 80 a 105 metros la cortina de la presa El Zapotillo para almacenar más agua y atender la demanda, además de los habitantes de León, Guanajuato, de los pobladores de 14 municipios de Los Altos y de una parte de la población de la zona metropolitana de Guadalajara.
Tal decisión implicaba inundar tres localidades: Acasico, Palmarejo y Temacapulín, cuyos habitantes, sobre todo los de Temaca, emprendieron una lucha sin cuartel para impedir que los cambios se aplicaran. No tuvieron éxito –con todo y que colocaron el caso en el concierto internacional— hasta esta semana cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que Emilio González Márquez, entonces gobernador de Jalisco, actuó contra la Constitución al desdeñar la aprobación del Poder Legislativo del Estado y, por lo tanto, el convenio firmado con los gobiernos federal y de Guanajuato quedó sin efecto.
El miércoles, cuando se generó la información, el Gobierno del Estado no se pronunció en ningún sentido sino hasta el jueves, cuando Aristóteles Sandoval reiteró que se mantendrá la decisión de no inundar las poblaciones ya citadas, ubicadas en el municipio de Cañadas de Obregón.
Las noticias podrían ser alentadoras y para los habitantes de esas tres comunidades, motivo de fiesta y celebración; sin embargo, no se puede cantar victoria porque si el Ejecutivo estatal salva la omisión cometida por el anterior gobernador, estaremos en donde mismo y continuará la construcción del embalse con una cortina de 105 metros de altura.
Y todos sabemos que con el regreso del PRI, así como Aristóteles aprovecha ahora la coyuntura para ponerse del lado de la gente, si llega una orden del Gobierno federal de que ni crea, pues tendrá que dar marcha atrás como ya lo hizo una vez.
El asunto es –y en otras ocasiones he comentado esto— que aparentemente hay una especie de consigna que trasciende incluso los intereses de los partidos políticos para que esa presa se construya con el objetivo de abastecer de agua potable a la ciudad de León, y con la cortina a 80 metros está bien, no hay problema, se cumplirá con eso, la complicación ahora está en que no se ha resuelto lo de la falta de agua para los habitantes de 14 municipios de Los Altos (alrededor de un millón de personas).
Para dotar de agua a Guadalajara está la alternativa de El Purgatorio, en franco proceso; pero aun así, no hay –y desde hace tiempo— una agenda pública relacionada con el Lago de Chapala y agua para Guadalajara porque la opción de El Purgatorio es casi como un paliativo; una solución definitiva se podría emprender si los políticos que nos gobiernan fueran visionarios y generosos. Vuelvo al punto: hay expertos que desde las organizaciones no gubernamentales han estudiado y propuesto acciones concretas, viables e innovadoras para salvar a Chapala, para asegurar el abastecimiento de agua potable a la zona metropolitana de Guadalajara, recuperar los ríos y otros embalses contaminados y mejorar, en resumidas cuentas, el medio ambiente de la Cuenca Lerma-Chapala-Santiago.

Antes, hace algunos lustros, la agenda del agua era prioritaria…Ya no y esta actitud gubernamental revela –como en tantas otras cosas y una vez más— el desdén de la clase política a los asuntos que preocupan a la gente.

Publicado en El Informador el sábado 10 de agosto de 2013.

sábado, 3 de agosto de 2013

Tres días

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Seguramente si los diputados federales trabajan más días en estos meses en los que el Poder Legislativo está en receso (no sé por qué razón; es una de las deficiencias legales que también tendrían que revisar para corregir) se van a infartar o a estresar o a desfallecer, es mucho trabajo para los pobrecitos, así que sólo autorizaron un periodo extraordinario de sesiones (el segundo) por tres días para revisar un conjunto de leyes y disposiciones relacionado con lo político-electoral.
Son asuntos urgentes que implicarían cambios estructurales en la organización de las elecciones, pero los diputados sólo definen tres días para su análisis y discusión. Los puntos principales son: la elección del consejero electoral que falta y la posible creación de un Instituto Nacional de Elecciones.
Tres días para una reforma de tal envergadura. No dudo que ya tengan las cosas avanzadas, capaz de que hasta tres días son muchos para una cuestión ya procesada, sin embargo, es a través del proceso legislativo que la ciudadanía puede manifestarse de diversas formas de manera directa o a través de organismos de la sociedad civil para aportar forma y fondo a los marcos legales que están en discusión.
¿Tres días son suficientes? ¿Es el tiempo que una reforma político-electoral en nuestro país, con todo lo que sabemos y considerando de lo que son capaces los partidos políticos, merece? No.
¿Por qué le dedican tan poco? Porque para ellos no amerita más. Y con “ellos” me refiero a los legisladores y a los dirigentes de los partidos políticos. Y que no me digan que es uno de los logros del Pacto por México porque quisiera saber, primero, cuándo convocaron y consideraron a los ciudadanos mexicanos para este proceso.
¿Tres días para una reforma político-electoral? ¿Después del uso de recursos públicos en las elecciones pasadas para favorecer a candidatos de diferentes partidos en 14 entidades federativas? ¿Después de las malas experiencias de 2012? ¿Ya se les olvidaron? ¿Qué ya nadie se acuerda de los monederos electrónicos para la compra de votos; de los operativos para organizar a señoras en las secciones electorales que recogían credenciales de elector o tomaban los datos? ¿De la distracción de empleados de las administraciones públicas para supervisar el trabajo sección por sección? ¿De las listas en la UdG y en Pemex –por lo menos—para “garantizar” votos a favor del PRI? ¿De los gastos estratosféricos de todos los partidos políticos en elecciones federales y locales? ¿Tres días?
¿Serán suficientes para diseñar el marco legal de un instituto que sustituya el IFE y se encargue de todos los procesos electorales del país? ¿Y para conciliar las diferentes posturas? Porque dentro de la clase política hay quienes se manifiestan contra un Instituto Nacional de Elecciones (INE) y prefieren un servicio electoral de carrera que aplique en todos los organismos electorales del país (ya opera en el IFE pero no, en los institutos locales, al menos de manera generalizada).
Me queda claro que el tiempo que le dedican a una reforma político-electoral, cuando es evidente que aún hay desacuerdos, es un reflejo de la escasa importancia que le conceden a este tópico que los mismos políticos han venido desvirtuando y prostituyendo desde los grandes éxitos de aquel IFE de Woldenberg.
Claro, una reforma profunda y de largo aliento en esta materia no está en el nivel más alto de las prioridades de la clase política. Sí, es eso, hay niveles. ¿Y para qué emprender una reforma con estas características si de todas maneras todos los partidos políticos tienen equipos de expertos para saltarse las trancas elección tras elección? Sí, bueno, ya entendí por qué tres días.


Publicado en El Informador el sábado 3 de agosto de 2013.