Ciudad adentro
Me enteré de la matanza en Allende, Coahuila al leer la
columna de Guadalupe Morfín Otero y luego, horrorizada, busqué más información
en internet. El reportaje que aportó la primera noticia sobre este hecho
dolorosísimo es del periodista Diego Enrique Osorno y se publicó desde febrero
de este año, pero tiene que ver con una venganza que se ejecutó en la primavera
de 2011, cuando Felipe Calderón era presidente y, obstinado, mantenía la guerra
contra el narcotráfico y el crimen organizado que dejó miles de muertos y ríos
de sangre en nuestro país.
Desde entonces hasta ahora las autoridades guardaron
silencio y, de hecho, lo que informan es escueto e impreciso. Hay entre 300 y
400 muertos, todos familiares, amigos y hasta trabajadores de dos hombres ahora
convertidos en testigos protegidos de la DEA. El horror.
Sólo unos cuantos de los familiares lograron escapar
hacia Estados Unidos pero los asesinatos no cesan. Cuenta el periodista que uno
decidió regresar a Allende, abrió una tienda de ropa y al poco tiempo fue
asesinado junto con su hijo. Este hecho es horroroso, los asesinatos previos
también y la forma en la que desaparecieron los cuerpos. Habrá que definir y
ubicar niveles para el horror.
Escribo esto y siento náuseas y ganas de llorar. Es el
horror de la masacre a causa de cinco millones de dólares que se robaron dos
delincuentes y que decidieron no devolver a pesar de la amenaza que pesaba
sobre sus ¿seres queridos? ¿Qué es peor? ¿Quién es peor? ¿Los dos que se
fugaron con el dinero y ahora viven protegidos? ¿Los autores intelectuales y
materiales de los secuestros, destrucción y asesinatos? ¿Las autoridades
involucradas? ¿Las omisas? ¿El silencio? ¿El miedo?
Esta masacre se suma a otras y alimenta el horror que
parece un troglodita insaciable. ¿Cuántas muertes pesan sobre este pueblo,
sobre todos los pueblos, sobre todo el país? ¿Desde cuándo? (¿Desde siempre?) ¿Cuánto
dolor? ¿Cuántos duelos? ¿Cuántas heridas abiertas? (¿Cuántas esperanzas?) ¿Cuántas
penas por muertos y desaparecidos?¿Por hijos y esposos que eligen puertas
falsas y caminos fáciles y fatales?
Y está el horror que produce la simulación de los
gobernantes, las banalidades de alcaldes, gobernadores y presidentes; las
fotografías que en revistas de moda dan cuenta de sus vacaciones y sus outfits; de sus reuniones felices; de
sus discursos abetunados y mentirosos.
El horror de la hipocresía, del desinterés, de los
abusos, de las componendas, de las imposiciones vestidas de legalidad y estado
de derecho; de los operativos mañosos disfrazados de efectividad y éxito; el
horror de la corrupción y del cinismo.
El horror de que poderosos sin escrúpulos, sin amor a la patria
ni conciencia nacional tengan en sus manos nuestros destinos; el horror de que
las decisiones que toman no tienen que ver con la gente, ni con la tierra ni
con la historia. Son decisiones por más poder y más dinero, por impunidad.
El horror de la violencia criminal y la violencia
institucional e institucionalizada; de los muertos por deficiencias en la
infraestructura pública, en los servicios públicos; el horror por el maltrato,
por el abandono de niños y ancianos, por el ensañamiento de las burocracias.
El horror, el horror, el horror…
Publicada en El Informador el sábado 19 de julio de 2014.