Ciudad adentro
Hace algunas semanas, meses de hecho, publiqué en este
mismo espacio mi sorpresa por los artículos a favor de Enrique Peña Nieto en
periódicos de otros países: Washington
Post, New York Times y El País, específicamente, dos
estadounidenses y uno español, los tres referentes internacionales y con
prestigio indiscutible. Luego le dediqué otro comentario a la famosísima
portada de la revista Times en
español, cuyo título rezaba (con ese gerundio incorrecto que es influencia del
inglés) “Salvando a México”.
Sí, de pronto desde afuera parece que todo marcha sobre
ruedas en México y bueno, no es para descartar que, al más puro estilo del
viejo PRI, editores y periodistas recibieran “recomendaciones” y “sugerencias”
de operadores políticos para escribir tales fantasías, sí, como esas que ahora
se repiten en spots previos al II
Informe de Gobierno del Presidente de México. Y claro que las fantasías no eran
otra cosa que las ventajas fabricadas que se les atribuían a las iniciativas.
Me refiero a las tan llevadas y traídas reformas, dizque
estructurales, que si bien generaron, y todavía, inconformidad, reclamos y
advertencias de amplios sectores de la población, muchos de ellos más que políticos o
activistas, académicos, salieron adelante con la complicidad de partidos
(perdón por repetir la palabra) dizque de oposición, mientras los que votaron
en contra no dudan en sacarle jugo político a tal postura con la que igual
sabían que no lograrían nada; y ahora se regodean y hasta anchos se ponen,
porque resulta que el PRD tiene la presidencia tanto en el Senado como en la
Cámara de Diputados y ambos personajes: Miguel Barbosa y Silvano Aureoles
respectivamente, afirman que serán institucionales, que representarán a sus
respectivas cámaras y no a su partido; que la postura será de respeto para las
fuerzas políticas y bla bla bla.
En el ínter, es decir, en lo que discutían y aprobaban
las reformas, la expectativa de crecimiento económico para nuestro país, es
decir, la tasa del PIB estimada para el cierre de 2014, va a la baja y a la
baja, primero por parte de analistas privados y desinteresados (¿? Tampoco
quiero pecar de ingenua) y luego (ya que no les queda de otra), las
declaraciones y comunicados oficiales de la Secretaría de Hacienda y del Banco
de México.
¿De dónde pues, con estas expectativas, con los problemas
de desempleo, con el crecimiento de la pobreza en nuestro país pese a sus
cruzadas contra el hambre; con el
abatimiento feroz y rampante del poder adquisitivo, de dónde –repito— es que se
dice que el país se está moviendo rumbo a su transformación obviamente en
términos positivos?
Seguro tiene que ver con este aspecto de la idiosincrasia
priista que se viene arrastrando desde hace muchos años, no voy a decir que 70
porque hay matices históricos importantes, pero sí por lo menos unos 40. Y me
explico. Hace unos diez días estuvo en nuestra ciudad Soledad Loaeza,
historiadora especializada en historia política de México del siglo XX y,
bueno, en función de ello también está considerada como politóloga; es una
académica de primer nivel que además divulga sus ideas a través de medios de
comunicación y diversos foros. La doctora Loaeza inauguró el segundo semestre
de la Maestría en Historia de México de la Universidad de Guadalajara y llamó
la atención del auditorio, sobre la proclividad, impuesta desde el Estado, hace
décadas, a creer que vivimos en un país de certezas, empezando porque por lo
general los presidentes de la República así se muestran, a través de la
“continuidad” que aparece en los discursos aunque no en la realidad. Los
presidentes, dijo, se han manifestado hasta orgullosos de esa continuidad
(hablando en términos generales y con una serie de datos históricos muy
interesantes que no alcanzo a compartir en este espacio) aun cuando no es real,
no ha sido así, ha sido más bien ficticia, surrealista y muy forzada.
Bueno, pues ahora que he estado escuchando los spots previos al Informe recordé de
inmediato esa parte de la conferencia de la doctora Loaeza, la continuidad que
me remite a otro concepto que ella manejó, el de certezas; luego de ahí voy
hacia el de incertidumbre, necesariamente; y ni qué decir de los relativos a
simulación y apariencia de que todo en México es perfecto, como publicaron en
su momento los periódicos y revistas recién citados.
No hay de dónde y los dichos, que ojalá nadie, pero nadie
crea con todo y su revestimiento de producción hollywoodense, se caen por sí
solos, aquí dos ejemplos: “De un país, en donde no se aceptaba públicamente que
había hambre, como su no existiera, hoy somos una Nación, en la que más de tres
millones de personas tienen atención alimentaria directa” y “De un país, en donde
no se combatía de fondo el rezago educativo, nos transformamos en una Nación,
en la que se asegura la calidad de la educación”. Ajá. ¿Pues de dónde?
Publicado en El Informador el sábado 30 de agosto de 2014.