Ciudad adentro
La corrupción es un fenómeno muy complejo. Recientemente,
el Presidente Enrique Peña Nieto fue entrevistado por varios comunicadores y
uno de ellos, León Krauze, lo cuestionó sobre su dicho de que la corrupción es
un asunto cultural.
Para sustentar su postura, Krauze se refirió a los 13
millones de mexicanos que viven en Estados Unidos y que pagan multas, impuestos
y se detienen en los altos. Sobre esta base le dijo a Peña Nieto que la
corrupción no era cultural sino del sistema que viene del PRI. No dijo
exactamente PRI pero el Presidente se dio por aludido para luego responder, con
otras palabras, que la corrupción somos todos.
Sí, sí, sí. Es la cantaleta de siempre. La excusa es que
para que haya un funcionario corrupto tiene que haber un corruptor y, con este
argumento se acaban las discusiones y sigue sin pasar nada desde hace décadas.
Como todos sabemos de alguien que alguna vez o muchas veces en su vida ofreció
(ofrece) una “mordida” pues llegamos a la conclusión de que es cierto; y como
además es algo dificilísimo de erradicar, mejor cambiamos de tema y la lucha
contra la corrupción conserva su inutilidad.
¿Es parte del sistema? Sí. ¿Es un fenómeno cultural? Sí,
también. ¿Tiene remedio? Sí, podría tenerlo, pero, reitero, es muy complicado
porque sobre todo se requiere voluntad política.
Durante los tres siglos de dominación española la
corrupción era cotidiana. La complejidad de las leyes y ordenanzas reales; el
tiempo que tardaban en llegar y luego en aplicarse las nuevas normas producto
de sucesivas reformas; la falta de supervisión y vigilancia puntual de su
cumplimiento; las distancias, las ambiciones e intereses personales tenían
sumida a la Nueva España en un ambiente corrupto y corruptor tan frecuente que
era una práctica generalizada, considerada normal y hasta necesaria como la
única salida para resolver asuntos o ganar pleitos, pleitesías, favores y
prebendas; propiedades y demás privilegios.
Empezó como elemento estructural del sistema y pasó a
formar parte de la cultura social, por lo menos de algunos sectores.
La burocracia novohispana era enorme y la mejor forma que
la Corona española tenía para ejercer control en sus propiedades americanas era
esa: alimentar hasta la obesidad mórbida a la administración, imponiendo leyes
y reglamentos que fueron complejizando la vida cotidiana de quienes habitaban
estas tierras y dando espacios a cuanto español y criollo que demandaba
espacios en el aparato virreinal.
Y luego, México se independizó y no fue posible
simplemente desaparecer a los burócratas del antiguo régimen. Me imagino la
incertidumbre, las presiones, las exigencias, los pagos salariales, las deudas,
en fin, todo lo que heredaron quienes se hicieron cargo primero que nadie de la
nueva nación.
La corrupción continuó y persiste. Durante los gobiernos
panistas vivió también tiempos de gloria y, hoy por hoy, en el territorio
nacional ha sentado sus reales. Desde la “mordida” más insignificante para un
agente vial hasta miles de millones de pesos en el manejo de proveedores, por
ejemplo.
Ah sí, pero la corrupción somos todos. Si el sistema en
verdad funcionara; si un ciudadano tuviera la certeza de que al acudir al Poder
Judicial obtendrá un resultado justo; si el marco institucional operara con
eficiencia y eficacia, estoy segura de que los índices de corrupción bajarían
de manera drástica.
No somos un pueblo corrupto por naturaleza: por sistema o
por cultura sí, en general y no somos los únicos; pero esa idea de que todos somos, no es cierto. El sistema
tendría que funcionar y para lograrlo se requiere, decía e insisto, voluntad
política. Si el programa de Miguel de la Madrid por la renovación moral en
verdad hubiera tenido éxito, quizá seríamos un país mejor en la materia.
Finalmente, la pregunta de cómo se logrará que México avance
del lugar 106 al 60 en transparencia no fue contestada, porque el mandatario,
como sus antecesores, sabe cómo repartir culpas que luego sí calan y propician
que los remordimientos emerjan.
Reitero: la corrupción no somos todos y si alguien debe
empezar a poner orden es el Estado mexicano. Asumir la responsabilidad y
encabezar los esfuerzos para una auténtica purga en y del aparato burocrático
federal así como de los gobiernos estatales y municipales, pero es difícil León
Krauze, digo, contestando a su pregunta, casi imposible.
Publicada en El Informador el sábado 23 de agosto de 2014.