domingo, 24 de agosto de 2014

Contestando a su pregunta…

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

La corrupción es un fenómeno muy complejo. Recientemente, el Presidente Enrique Peña Nieto fue entrevistado por varios comunicadores y uno de ellos, León Krauze, lo cuestionó sobre su dicho de que la corrupción es un asunto cultural.
Para sustentar su postura, Krauze se refirió a los 13 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos y que pagan multas, impuestos y se detienen en los altos. Sobre esta base le dijo a Peña Nieto que la corrupción no era cultural sino del sistema que viene del PRI. No dijo exactamente PRI pero el Presidente se dio por aludido para luego responder, con otras palabras, que la corrupción somos todos.
Sí, sí, sí. Es la cantaleta de siempre. La excusa es que para que haya un funcionario corrupto tiene que haber un corruptor y, con este argumento se acaban las discusiones y sigue sin pasar nada desde hace décadas. Como todos sabemos de alguien que alguna vez o muchas veces en su vida ofreció (ofrece) una “mordida” pues llegamos a la conclusión de que es cierto; y como además es algo dificilísimo de erradicar, mejor cambiamos de tema y la lucha contra la corrupción conserva su inutilidad.
¿Es parte del sistema? Sí. ¿Es un fenómeno cultural? Sí, también. ¿Tiene remedio? Sí, podría tenerlo, pero, reitero, es muy complicado porque sobre todo se requiere voluntad política.
Durante los tres siglos de dominación española la corrupción era cotidiana. La complejidad de las leyes y ordenanzas reales; el tiempo que tardaban en llegar y luego en aplicarse las nuevas normas producto de sucesivas reformas; la falta de supervisión y vigilancia puntual de su cumplimiento; las distancias, las ambiciones e intereses personales tenían sumida a la Nueva España en un ambiente corrupto y corruptor tan frecuente que era una práctica generalizada, considerada normal y hasta necesaria como la única salida para resolver asuntos o ganar pleitos, pleitesías, favores y prebendas; propiedades y demás privilegios.
Empezó como elemento estructural del sistema y pasó a formar parte de la cultura social, por lo menos de algunos sectores.
La burocracia novohispana era enorme y la mejor forma que la Corona española tenía para ejercer control en sus propiedades americanas era esa: alimentar hasta la obesidad mórbida a la administración, imponiendo leyes y reglamentos que fueron complejizando la vida cotidiana de quienes habitaban estas tierras y dando espacios a cuanto español y criollo que demandaba espacios en el aparato virreinal.
Y luego, México se independizó y no fue posible simplemente desaparecer a los burócratas del antiguo régimen. Me imagino la incertidumbre, las presiones, las exigencias, los pagos salariales, las deudas, en fin, todo lo que heredaron quienes se hicieron cargo primero que nadie de la nueva nación.
La corrupción continuó y persiste. Durante los gobiernos panistas vivió también tiempos de gloria y, hoy por hoy, en el territorio nacional ha sentado sus reales. Desde la “mordida” más insignificante para un agente vial hasta miles de millones de pesos en el manejo de proveedores, por ejemplo.
Ah sí, pero la corrupción somos todos. Si el sistema en verdad funcionara; si un ciudadano tuviera la certeza de que al acudir al Poder Judicial obtendrá un resultado justo; si el marco institucional operara con eficiencia y eficacia, estoy segura de que los índices de corrupción bajarían de manera drástica.
No somos un pueblo corrupto por naturaleza: por sistema o por cultura sí, en general y no somos los únicos; pero esa idea de que todos somos, no es cierto. El sistema tendría que funcionar y para lograrlo se requiere, decía e insisto, voluntad política. Si el programa de Miguel de la Madrid por la renovación moral en verdad hubiera tenido éxito, quizá seríamos un país mejor en la materia.
Finalmente, la pregunta de cómo se logrará que México avance del lugar 106 al 60 en transparencia no fue contestada, porque el mandatario, como sus antecesores, sabe cómo repartir culpas que luego sí calan y propician que los remordimientos emerjan.
Reitero: la corrupción no somos todos y si alguien debe empezar a poner orden es el Estado mexicano. Asumir la responsabilidad y encabezar los esfuerzos para una auténtica purga en y del aparato burocrático federal así como de los gobiernos estatales y municipales, pero es difícil León Krauze, digo, contestando a su pregunta, casi imposible.

Publicada en El Informador el sábado 23 de agosto de 2014.