Crónicas de ayer
(Y otros textos)
Para el año 2000, en El Informador, se editó una publicación especial para la que escribí este texto relativo a un siglo de cultura jalisciense... Me lo encontré en una de esas búsquedas interminables en mi propia computadora... A su consideración.
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Cien años de cultura en Jalisco. Mil
quinientas palabras. Ambos límites están fuera de toda proporción. Tendrían que
ser quince palabras por año y sólo en este primer párrafo ya se fueron dos.
La tarea se antoja imposible. No alcanzaría
el tiempo (transformado ahora en letras) para dar cuenta de un siglo de
creación y de grandeza.
Los nombres de los más grandes bastarían para
agotar el espacio y quedarían al margen cientos de los conocidos y miles de los
autores anónimos de expresiones populares y cotidianas, de fiestas y corridos,
de imágenes, luces y colores, de sonidos y frases, de usos y costumbres, de
macro y micro historias, de modas y rescates, de cuentos y recuentos.
Desde el semillero del Centro Bohemio y Bandera de Provincia hasta estos días de
FIL y Muestra de Cine, –pasarelas indispensables de propios y extraños— la
creación en Jalisco ha sido una constante y siempre con exponentes ejemplares,
artistas que hoy son patrimonio nacional y universal. No se puede decir lo
mismo de dos acciones fundamentales para el desarrollo cultural de cualquier
pueblo: promoción y difusión.
Jalisco: diversidad, dispersión y síntesis,
crisol y diáspora, memoria y olvido, ausencia de hilo conductor pero motor
accionado por el talento solo, sin mano que empuje o dote de combustible y
guarnición.
Nada ha sido obstáculo, aunque habría que
imaginar simplemente, lo que hubiera dado la creación jalisciense de haber
contado con una palanca (política) permanente y consistente; y lo que sería
esta sociedad con más cultura, cualitativamente informada, y con un espíritu
colectivo día a día más fuerte, crítico, libre y consciente.
A lo largo de estos cien años, músicos,
pintores, literatos, artesanos, ensayistas, escultores, grabadores,
arquitectos, fotógrafos, actores, cantantes, dramaturgos, escritores, cineastas...
han tenido que emigrar en busca de cauces para el desahogo de la ansiedad
creadora y en busca de reconocimiento; los otros, los que se han quedado,
guardan aún la esperanza de ser profetas aquí pero no han dejado de crear.
La producción artística jalisciense, sólida y
trascendental, no puede ser atrapada en una simple relación cronológica.
Dejemos la fechas a los historiadores, pero no la historia.
Esa historia vigente de la que forman parte
José Clemente Orozco y El hombre de Fuego;
Juan Rulfo y El Llano en Llamas; Luis
Barragán y Jardines del Bosque; José Rolón y El Festín de los Enanos; Agustín Yáñez y Al filo del agua; Mariano Azuela y Los de abajo; Blas Galindo y su cantata Suave Patria; Alfonso de Alba Martín y El alcalde de Lagos; Gabriel Flores y la Historia de la Medicina; Gerardo Murillo y los átlcolores; Ignacio Díaz Morales y la Cruz de Plazas.
Y Basilio Vadillo, Jesús Guerrero
Galván, Juan José Arreola, Raúl Anguiano, Ixca Farías, Juan Soriano, Roberto
Montenegro, Jorge González Camarena, Carlos Orozco Romero, María Izquierdo,
Javier Arévalo, José Fors, Carmen Alarcón, Lucía Maya, Pablo Moncayo, Jorge
Esquinca, Enrique González Martínez, Antonio Gómez Robledo, Rafael Castellanos,
Efraín Urzúa, Jorge Camberos Garibi, Jorge Martínez, Alfonso Gutiérrez Hermosillo,
Alfredo R. Plascencia, Adalberto Navarro
Sánchez, Margarita Sáinz, Elías Nandino, Ricardo Yáñez, Ricardo Castillo, Raúl
Bañuelos, Patricia Medina, Cristina Gutiérrez, Xavier Ramírez, Dante Medina,
Martha Cerda, Gabriel Pareyón, José Luis Martínez, Amado de la Cueva, Alejandro
Colunga, Guillermo Chávez Vega, Fernando González Gortázar, Jorge de la Peña,
Rafael Zamarripa, Juan Víctor Arauz, José Hernández Claire, José Bernabé,
Tiburcio Aguirre, José Luis Martínez, Jorge Wilmont, Natividad Hernández, los
Panduro, Baudelia Ramos, Refugio Barragán de Toscano, Clemente Aguirre, Ramón
Serratos, Eduardo Mata, Silvestre Vargas, Vicente Garrido, Gonzalo Curiel,
Consuelito Velázquez, José Cornejo Franco, Arturo Xavier González, Pepe Guízar,
Manuel Esperón, Lupita Palomera, María Victoria, los hermanos Reyes, Vicente y
Alejandro Fernández, Guadalupe Pineda, Gabriel Ruiz, Marco Antonio Muñiz, Maná,
Carlos Santana, Ricardo Parada León, Olga Valencia, Vicente Leñero, Félix
Vargas, Hilda Morán, José Ruiz Mercado, Claudia Cecilia Alatorre, Emilio
Carballido, Daniel Constantini, Javier Serrano, Moisés Orozco, José Rogelio
Álvarez, José María Muriá, Luis Sandoval Godoy, Víctor Hugo Lomelí, José
Guadalupe Zuno...
Independientemente de corrientes,
disciplinas, tendencias, modas, géneros y técnicas, el talento jalisciense es
como un volcán en constante actividad, con erupciones más grandes o más
pequeñas, las emisiones no cesan.
Pero el talento es una cosa y la promoción y
difusión de la cultura otra. La primera es incontenible, no importa qué se
oponga a su tránsito y ni siquiera que sea genial o pésima, grande o modesta.
El talento y sus manifestaciones ahí han estado y estarán, por los siglos de
los siglos, con apoyo o sin él.
Con la promoción no ha sido igual. Es
cambiante año con año, trienio tras trienio y sexenio tras sexenio, dependiente
siempre de políticas nacionales y gustos personales; de mayores o menores
ansias protagónicas y de un auténtico y real interés por la cultura.
Muchos lamentan ahora que Guadalajara no sea
más la “Atenas de Occidente”, como se le llegó a calificar... tiempo ha.
Sin embargo, se trata de una circunstancia
que tiene que ver con voluntad, con iniciativas y, por supuesto, con dinero;
tiene que ver también con el grado de descomposición social y con la cultura de
evasión –lo es— que gana terreno en estos días.
Aún así, el intento se sigue haciendo y algunas
iniciativas han logrado sobrevivir, pese a todo: la Feria Internacional del
Libro, foro en el que se encuentran los grandes de la literatura mundial
incluyendo a los nuestros, y que con el paso del tiempo consolidará su
influencia en el desarrollo cultural de Jalisco, de la región occidente y del
país entero.
La Muestra de Cine, detonadora del llamado
“Nuevo cine mexicano” y vitrina además para jaliscienses cuyos nombres suenan y
resuenan en Hollywood: Guillermo del Toro y Antonio Urrutia.
Además de la FIL y la Muestra, consideradas
las mejores actividades culturales en esta ciudad junto con la Cátedra Julio
Cortázar auspiciada por la Universidad de Guadalajara y patrocinada por Carlos
Fuentes y Gabriel García Márquez, se esperan tiempos mejores para la difusión y
promoción del arte en todas sus disciplinas con el anunciado Centro Cultural
JVC, cuya conclusión se estima para el año 2004 pero con actividades ya de fin
de siglo y principio de milenio.
Ahí estuvo Expo Arte, cruce de caminos al que
confluyeron europeos, americanos, africanos, australianos, asiáticos... todos
mostrando arte y lo que creen que es arte, desde las más grandes obras hasta
las expresiones del “ocaso del siglo XX” que bien pudiera ser un montón de
basura cubierto por brea y rodeado de moscas “instalado” en un estacionamiento;
o unos sobrecitos plásticos de shampoo o muestras de lápiz labial en una
cartulina; o una mujer que ha hecho de su cuerpo una escultura y llegó a
Guadalajara con dos cuernos incrustados en la frente.
Estuvo también el Festival Guadalajara y La
Puerta y los Miércoles Literarios y El Kiosco y La Pequeña Grecia y muchos
otros intentos por ofrecer cultura que ahora son sólo y para algunos, recuerdo
y lamento; las galerías van y vienen y hoy por hoy hay unas diez sólidas que
siguen siendo un espacio para artistas plásticos de éste y otros lares: las de
Alejandro Gallo, Vértice, Azul y el Centro de Arte Moderno que entrando el 2000
será Centro de Arte Millennium “Miguel Aldana Mijares”.
¿Y museos? El de las Artes de la Universidad
de Guadalajara atrapado ahora en la corriente vanguardista, esa de montones de
basura y refrescos en lata; el Instituto Cultural Cabañas, ése sí, con
exposiciones del más alto nivel, lo mismo que el Museo Regional de Guadalajara,
sin duda, uno de los mejores espacios para alimentar el espíritu sobre todo de
unos cuantos años a la fecha. Un oasis en el centro de la urbe, como diría Otto
Schöndube.
¿Salas de concierto? Salvo el Teatro
Degollado, sede de la Orquesta Filarmónica, sobreviviente de mil batallas y la
Capilla del Museo Regional o bien, el Paraninfo de la máxima casa de estudios,
no hay más.
Y qué decir del teatro. Iniciativas
extraordinarias como El Venero, en donde los mejores actores locales tenían un
lugar seguro para manifestarse, está en peligro de desaparecer; sin olvidar la
subutilización del Foro de Arte y Cultura y del Teatro Experimental, con
frecuencia rehenes de intereses políticos convertidos en cotos de poder.
A París, España, la ciudad de México,
Nueva York y a Guadalajara, van llegando los artistas con el genio y la
ansiedad en la maleta, provenientes de San Gabriel, de Yahualica, de Lagos de
Moreno, de Sayula, de Zapotlán el Grande, de San Sebastián del Oeste, de
Tamazula o de Colotlán.
La creación persiste porque esta tierra sigue
dando talentos que no paran de buscar parcelas para sembrar... y la cosecha llega, siempre llega.
Laura Castro Golarte