Ciudad adentro
Por si no nos hemos dado cuenta, por si no nos ha caído
bien el veinte, no sabemos, no queremos o no hemos tenido tiempo de ver, la
situación es muy grave y lo peor es que no se avizora en el horizonte una decisión
inteligente, orden o indicación precisa e insoslayable para resolverla, al
contrario. Las acciones son tímidas y erráticas mientras la sociedad
directamente agraviada (indirectamente somos todos) se fortalece. Es
proporcional.
Por el título sabe el lector a qué me refiero. La semana
pasada escribí que nos necesitamos juntos y así es, por todo y para lo que sea,
porque la crisis que se desató en Guerrero y que en realidad se suma a otras
recientes y añejas, pinta para que se ponga peor.
Quisiera creer que las declaraciones del padre Alejandro Solalinde,
en quien sí confío, fueran mentira. Quisiera, pero es muy difícil. El viernes,
ayer, el padre defensor de migrantes afirmó, luego de platicar con testigos,
que los 43 jóvenes “desaparecidos” fueron quemados vivos y que el gobierno
“evalúa” el momento de hacer el anuncio por “cálculos políticos”. No me
extraña, ni me sorprende pero sí me asquea. El padre sostiene —y lo sabemos—
que el manejo no es de justicia, es político… Y eso lo hace doblemente criminal
porque mantienen a los familiares con la esperanza mientras ellos hacen, como
dice el padre “rapiña electorera”. Inconcebible, intolerable.
¿Desde cuándo sabe el gobierno la verdad? ¿Y el teatrito
del Presidente de que se dé prioridad
a la búsqueda de los jóvenes? Por favor ya basta.
Y ni crean que con “cortar una cabeza” será suficiente…
ni siquiera diez o 20; los corren y tan
campantes. Esto se tiene que resolver de fondo se quede o se vaya Ángel
Aguirre. En otros tiempos, dentro de este mismo sistema, las crisis se
aplacaban con un “corte de cabeza”, certero y de tajo, a manos del verdugo
mayor que no tenía más que dar la orden. Se tranquilizaban sí, pero no se
resolvían. Sin embargo, creo que ese esquema no es suficiente hoy en día y
mucho menos con una crisis cuya solución es una demanda internacional: conocer
el paradero de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos desde fines de
septiembre pasado, hace menos de un mes.
A través de redes sociales, de You Tube, de
manifestaciones de gobiernos y autoridades parlamentarias, de imposición de
condiciones incluso o amenazas comerciales, es ya un consenso mundial la
exigencia de que el Gobierno mexicano dé cuentas sobre los muchachos
desaparecidos y los asesinados entre los días 26 y 27 de septiembre.
A lo largo de esta semana se ha generado información
alarmante porque el enojo de los guerrerenses es descomunal y por lo general es
lo que pasa cuando se está frente a un acto de injusticia e impunidad de esta
magnitud, alimentado ahora por las dos decenas (por lo menos y
—lamentablemente— contando) de fosas con muertos y más muertos de los que ahora
también se hace urgente saber por qué y quiénes son.
El lunes, estudiantes y profesores quemaron el Palacio de
Gobierno en Chilpancingo y, en una declaración por demás increíble pero que
deja en evidencia la actitud de la clase política en general, Aguirre afirma
que es un acto de provocación… Perdón pero ¿quién provocó a quién? ¿Qué no se
dan cuenta? Están como pasmados, como idos, pensando no sé qué, que los va a
salvar no sé quién, alguna producción televisiva o que simplemente es una
pesadilla que contrasta con su mundito color de rosa y pronto despertarán.
Desde el jueves se anunciaron marchas y la toma de las 81
alcaldías de Guerrero, de hecho, cuatro ya están tomadas igual, por estudiantes
y maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación del
Estado, entre ellas por supuesto la de Iguala a cuyo, ahora ex alcalde, ya le
fue aplicada la revocación de mandato pero sigue prófugo. Y sobre quien ya
había advertencias, nada menos que de parte del obispo Raúl Vera, quien desde
junio del año pasado lo denunció ante la PGR (que no quieran salir con que es
un asunto del PRD, todos tienen cola que les pisen en el asunto; el PRI y el
PAN más toda la pedacera).
Ayer viernes, bastaba con ver las noticias minuto a
minuto para percibir la gravedad del asunto: “Alistan megamarcha en Acapulco”,
“Alumnos toman CU de Oaxaca por caso Iguala”, “Prevén bloqueo de Autopista del
Sol por Ayotzinapa”, “Maestros toman casetas y alcaldías de Guerrero”, “Hallan
cuatro nuevas fosas en Iguala”, “Continúan protestas en Guerrero por
desaparecidos”, “Estudiantes toman caseta en La Marquesa”, “Protestas y cierre
de ayuntamientos ponen a Guerrero al borde de la parálisis”… Mientras usted me
hace favor de leer esta columna todo esto está publicado en los diarios de hoy.
Desde afuera, desde la percepción del concierto internacional
que de pronto es caprichosa, el ensalzamiento (pagado o no) de Peña Nieto y sus
reformas ha cesado; de hecho hasta se dice que además de reformas lo que urge
en México es “ley y orden”, pero a lo que me quiero referir es a que, desde
afuera, por lo general no se hace una clara distinción en cuanto a que es el
gobierno de un Estado, cuyo titular no es del mismo partido que el del Presidente
de la República, el principal responsable. Desde afuera se agarra parejo y es
México el que está mal. Y así es. Los focos rojos están en todo el país. Ayer
mataron a una joven tamaulipeca que a través de Twitter advertía sobre
situaciones de riesgo.
Esto es inaceptable, es una vergüenza y el dolor se
extiende por el territorio nacional ¿qué están esperando? Apenas puedo contener
las náuseas.
Publicada en El Informador el sábado 18 de octubre de 2014.