Ciudad adentro
Mientras se emitía el mensaje presidencial, trillado,
mediocre y alejado de la realidad, en Guerrero, la familia del padre Gregorio
López Gorostieta, de la catedral de Altamirano, Guerrero, rezaba y exigía su
liberación. Fue secuestrado el domingo pasado y el jueves, el 25 de Diciembre,
su cadáver fue encontrado.
En un ambiente de animadversión y rechazo Peña se
pronunciaba por la paz y la unión en México, mientras padres y madres de 43
jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa pasaban una dolorosa y amarga
Navidad porque no han superado la
desaparición de sus hijos y viven entre la esperanza y la incertidumbre a pesar
de que el Gobierno federal prácticamente da por cerrado el caso.
Estamos inmersos en una profunda crisis económica y
política que el mismo gobierno no reconoce o minimiza y espera que los
mexicanos estemos muy contentos y felices por la situación nacional; bueno, el
Ejecutivo federal piensa que en todas las familias mexicanas, la Nochebuena fue
de felicidad y armonía.
Si habla de que no se destruya debería empezar por la
administración pública y luego sermonear a la nación. El buen juez por su casa
empieza. ¿Qué más decía? Ah sí, con faltas de ortografía incluidas: “Éste es el
momento de construir, no para destruir; el momento de unir, no para dividir. El momento de fortalecer
nuestras instituciones, no para debilitarlas; el momento de pensar en
soluciones y de trabajar por México”.
Si el llamado es
para construir ¿entonces por qué permite que un individuo como Murillo Karam,
instalado en la soberbia, simplemente descalifique todos los cuestionamientos
que se han hecho a la averiguación del caso Ayotzinapa? Sólo le faltó decir que
su “trabajo” era perfecto. Posturas como esta destruyen, desunen.
Nada de lo que
ha hecho en su administración o de lo que ha impulsado, ha contribuido a la
construcción de algo, a la unión de los mexicanos o al fortalecimiento de las
instituciones como insiste en su mensajito navideño. Nada. Si fuera un acto de
contrición entonces estaría bien, pero tendría que estar redactado en otro
sentido.
Este año, el
segundo de la administración peñista fue pésimo para México. Un año en el que
se intentó engañar a la opinión pública internacional con el cuento de las
reformas que dividieron a los mexicanos; un 2014 en el que la economía sufrió
severos embates que lejos de construir destruyeron patrimonios y esperanzas; un
año en el que el Estado, independientemente del orden de gobierno, actuó y
operó contra su propio pueblo con reglamentos y normas como la Ley Anti-marchas y con la represión en
las manifestaciones de las que sólo se difunde en los grandes medios
electrónicos la actuación de encapuchados que, es un secreto a voces, son
infiltrados para “reventar” las marchas y lograr el repudio, el rechazo y la
división de amplios sectores de la sociedad mexicana.
Desde la
Presidencia se tendría que promover lo que pregona: unidad, paz, armonía,
construcción, progreso. El “deber ser” que se incluye en el texto está
pendiente desde hace tanto que suena a demagogia. Sí, por si acaso no leyó o
supo del mensaje presidencial, decía: “… el camino de México debe ser el de la paz, la unidad y el desarrollo”.
Digo, no creo que haya alguien interesado en lo contrario (aunque de
pronto entran dudas con la conducta de los gobernantes y mal llamados
servidores públicos), pero realmente desde el Gobierno no se ha emprendido nada
efectivo para lograrlo.
Este 2014 cierra mal en México, con pobreza extrema, niveles alarmantes
de inseguridad y violencia, pérdidas dolorosas, falta de respuesta de las
autoridades de todos los órdenes con relación a diferentes asuntos sociales;
cinismo político-electoral con postulaciones a candidaturas, tómbolas
inexplicables y ridículas mientras el país se nos va como agua entre los dedos
en un ambiente de desconfianza, inconformidad, descrédito, molestia y
carencias.
Mal cierre, nada esperanzador, nada alentador.
Publicado en El Informador el sábado 27 de diciembre de 2014.