sábado, 28 de marzo de 2015

No importa

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

No sé si todavía, pero en algunos países que se estrenaban o gozaban de una democracia plena o en proceso de consolidación (si es que se puede hablar de democracias consolidadas), el día de las elecciones era una fiesta. La gente salía a las calles a apoyar a uno o a otro candidato, segura de su decisión, sin que nadie saltara a decir que se estaba orientando el sentido del sufragio. Costa Rica es un ejemplo.
En México, las elecciones eran un evento rutinario y monótono antes de las grandes reformas de la década de los noventa. Pocos ciudadanos salían a votar y no importaba a favor de quién se cruzara la boleta, prevalecía una actitud como de derrota, aun cuando se votara por el partido hegemónico, es decir, ya se sabía qué partido ganaría, no había incertidumbre sobre el resultado ni emoción alguna. Cada tres años se cumplía con esa cita, nada más porque sí, porque así se hizo por generaciones.
A finales de la década de los ochenta todo cambió y luego del proceso electoral de 1988 se impulsaron modificaciones que empezaron a despertar esperanzas entre la sociedad, apenitas.
A partir de esa experiencia y de la actuación, ahora sí actuación, de los opositores políticos, se emprendieron reformas que llevaron a que la ciudadanía saliera del letargo electoral para entrar en una especie de euforia que fue in crescendo. Al principio mesurada y tímida, temerosa incluso; y hacia el año 2000, totalmente desbordada.
Vicente Fox se convirtió en un fenómeno que arrastró multitudes, la ciudadanía acarició la posibilidad de un cambio radical y el voto útil hizo la diferencia. Fue derrotado el PRI, expulsado de Los Pinos y de Palacio Nacional.
Todavía recuerdo aquel día del año 2000. Desde el centro del país me tocó ser testigo, como reportera, de un proceso inusitado y de una jornada electoral histórica, inédita. El ataúd del PRI en el Ángel de la Independencia, los festejos, las manifestaciones, los gritos de alegría; y la sede del PRI, en el más absoluto de los abandonos, sumida en la oscuridad, sin bandas de guerra ni comités de bienvenida, sin fuegos artificiales ni pancartas, sin música ni aplausos; sin multitudes acarreadas o advenedizas. Era un desierto aquello y el silencio sepulcral.
Muchos creímos que finalmente habíamos llegado a la tan anhelada democracia gracias a las instituciones y a los marcos legales que nos habíamos dado; el IFE vivía tiempos de gloria y México alcanzó reconocimiento en el concierto mundial; hasta de naciones árabes fueron requeridos los consejeros del organismo como asesores. Fuimos ejemplo.
Sin embargo, no pasaron ni tres años cuando el desaliento volvió a atraparnos. De pronto supimos que con votar no bastaba y que el poder y sus inconsecuencias, inconsistencias y rarezas, era capaz de transformar en rata a la más bella mariposa; de que al llegar al poder, era fácil claudicar y olvidar a la sociedad.
Han pasado 15 años desde entonces y la realidad ahora es de una clase política perversa, descompuesta, en la que, si acaso, hay excepciones que poco figuran porque el margen de maniobra es escaso y porque de cualquier manera todos se suben —se tienen que subir— al carrusel de la abyección y la ignominia. Dicen que sólo-así-se-puede-llegar.
Nuevamente el desaliento campea y en redes sociales y en conversaciones privadas, aparece, por un lado, la percepción aquella de certidumbre electoral, de rutina y monotonía, de brazos bajados y de mirada incrédula y desesperanzada; y, por otro, algunos activistas promueven el abstencionismo consciente o el voto nulo aun a sabiendas de que ambas opciones benefician al partido con el voto duro más abultado; y entonces están entre esa posibilidad y la de avalar con su ejercicio ciudadano, un sistema electoral caduco, obsoleto, tan pervertido que no corresponde con la realidad.
El recuento es breve pero creo que nos permitirá a muchos recordar lo que ha pasado en los últimos años y percatarnos de que a la clase política no le importa, y tan no le importa este desaliento de la ciudadanía, que está de lleno enfrascada, aun antes de empezar, en una guerra soterrada que a partir del 5 de abril será franca y abierta, sin consideración alguna para con los electores. Y estamos tan hartos, pero a ellos, no les importa.

Publicada en El Informador el sábado 28 de marzo de 2015.

domingo, 22 de marzo de 2015

De economía y violencia

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

El tema que ha prevalecido en medios de comunicación en la última semana es el despido de Carmen Aristegui y de parte de su equipo de MVS y las discusiones, polarizadas ya, se centran en si es un asunto de ataque a la libertad de expresión o un conflicto entre particulares. Mi postura personal es que sí es un ataque a la libertad de expresión, que no podemos pecar de ingenuos y que sabemos bien cómo opera el PRI, y lo hace, en estos casos. Un PRI con el cuero muy delgadito o, dicho de otra manera, tan frágil como un jarro de Tlaquepaque de frente a la crítica, sea en el sentido que sea y venga de donde venga, peor aún si la audiencia se puede calificar de “nacional” con altos índices de rating. Esta historia continúa y, en todo caso, lo que debería unirnos es la defensa de una voz que, a nivel nacional, expone casos que de pronto en los entornos locales pasan inadvertidos.
En la reclasificación de los tipos de violencia, este es uno de ellos: Despidos abruptos y a todas luces injustificados contra quienes desempeñan una labor periodística y social honesta, crítica y comprometida.
La nota pues, se centró en el caso de Carmen Aristegui y de pronto, como suele pasar, nos alejamos del resto de hechos y sucesos, sin embargo, hay cuestiones que no podemos ni debemos dejar de lado, por ejemplo, el reporte de violencia del Instituto de Economía y Paz, que contrasta –como siempre y a todas luces— con las cuentas alegres de la Presidencia de la República en el sentido que decenas de inversionistas de todo el mundo casi se pelean por trabajar en México.
Otro de los asuntos que no debemos soslayar –y están vinculados— es el de la situación económica, la volatilidad del peso frente al dólar, la presión sobre las tasas de interés y no se diga, sobre la inflación.
Estuve leyendo artículos, comentarios, columnas y todo lo que pude para más o menos entender qué está pasando en materia económica en México y la verdad es que no es algo sencillo de entender (los funcionarios, por cierto, no se preocupan mucho por hacer accesible la información a todos los públicos y auditorios) sin embargo, me queda claro, según una publicación de El País que estamos en serios problemas y que se corre el riesgo de que el índice inflacionario se vaya a las nubes sobre todo por la relación peso-dólar en estos días, cito: “Durante estos seis años de dólar barato, las empresas mexicanas duplicaron el saldo de su deuda externa en moneda estadounidense hasta los 115 mil 389 millones de dólares. El cambio de escenario significará un aumento de la carga del principal y de los intereses, lo que multiplica el riesgo de suspensiones de pagos y la aversión de muchos inversores”. Esto es grave. Y la insistencia de Agustín Carstens, el gobernador del Banco de México, precisamente con respecto al índice inflacionario, me parece muy significativa tomando en cuenta este doble lenguaje de los economistas.
Y es grave también, uno de los tantos señalamientos del Instituto de Economía y Paz sobre el incremento de la violencia en México que no sólo costó alrededor de tres billones de pesos en 2014 con cargo al erario público, sino que inhibe de manera contundente el desarrollo de las empresas nacionales y la estabilidad e incremento de la inversión extranjera.
En el artículo que se publicó ayer en El Informador, se indica que tanto la sociedad como los empresarios “han mostrado su descontento por la falta de medidas” en materia de seguridad y se refiere a la publicación, el mes pasado, de un desplegado en donde se cuestiona al Gobierno por no garantizar la seguridad, por ejemplo, en los desplazamientos por el territorio nacional que afecta tanto a empresas particulares como a paraestatales, específicamente Pemex.
Claro que a esto hay que sumar que la violencia lejos de ceder, no cesa (en Jalisco particularmente, se incrementa), las cuentas pendientes en materia política y social y la impotencia generalizada porque, desde el poder, lo único que se hace es negar la realidad en una actitud que raya en lo enfermizo.

Publicada en El Informador el sábado 21 de marzo de 2015.


lunes, 16 de marzo de 2015

Entre el autoritarismo, el cinismo y la locura

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

De mal en peor. Casi ni sé por dónde empezar. Si por el despilfarro que se consumó desde la Presidencia de la República con ese viaje a Inglaterra (cinismo); por la afirmación de que México suma 80 años de estabilidad social y política (locura); el nombramiento de Eduardo Medina Mora como ministro de la Suprema Corte o por lo más reciente: el despido de dos colaboradores de la periodista Carmen Aristegui (quien claramente está en la mira), justo los que hicieron las investigaciones del líder del PRI en el Distrito Federal y su red de prostitución y la famosísima Casa Blanca (autoritarismo).
Claro que no es todo. En esta semana se ha informado de violencia y asesinatos, algunos estrechamente vinculados con el próximo proceso electoral y, en torno a los comicios y sus protagonistas, a nivel local por ejemplo, nos enteramos del fabuloso aumento salarial que se autorizaron los consejeros del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco.
Las malas noticias, los abusos, la apuesta por la simulación y las evidencia de locura (cuando se vive alejado de la realidad o se niega), el cinismo, la violencia y la corrupción, la descomposición en diferentes niveles, órdenes, órganos y territorios del país, aparte del panorama más negro que el Caos en materia económica (devaluación del peso, escasez de trabajo, empleos y subempleos precarios), se suceden y siguen alimentando no sólo indignación y pesimismo, incertidumbres peligrosas, sino inconformidad y molestias que se transforman en enojo, decepción, impotencia, hartazgo y hasta enardecimiento en varios sectores de la sociedad mexicana. ¿Cómo para dónde volteamos?
Me pregunto también si quienes votaron por el PRI, las señoras que lo hicieron porque el candidato era “el más guapo” y “la Gaviota es la mejor actriz”, seguirán igual de enajenados y contentos, mientras desesperados se asoman a una despensa vacía tratando de encontrar lo que sea que se pueda comer para alimentar a sus hijos enfermos y desnutridos, paraditos ahí, sobre un piso de tierra, entre la mugre, el hambre y la desesperación; al tiempo que en la tele ven, como si fuera una telenovela barata, el viaje de cuento de hadas a Londres, a la pareja conducida en carrozas entre reyes, príncipes, condes, duques y otros miembros de la nobleza británica, con un séquito de 200 personas con todos los gastos pagados ¿cuántos millones se gastaron? ¿Cuánto del erario público se destinó a esta farsa? Nada más de tres vestidos fueron 300 mil pesos. ¿Cuánto más? Y si el dinero no era del erario, de todas maneras es una ofensa para un pueblo con casi la mitad de sus habitantes en pobreza, hacer ese viaje en donde predominaron el dispendio, el despilfarro, la burla y el cinismo.
Sí, ya sé que dije que esto era cortina de humo, para distraernos del madruguete que se urdía en el Poder Legislativo para privatizar el agua, pero la verdad ya no se sabe cuál es la cortina de humo y para qué; porque en el inter también se manejó con una rapidez pasmosa el nombramiento de Medina Mora como ministro de la Suprema Corte; apenas hubo tiempo para reaccionar y quejarse con la esperanza de impedirlo, todo se consumó en, cuando mucho, dos semanas. Ya estaba todo enjuagado y listo. La politóloga y analista Soledad Loaeza hizo una lectura puntual de esto hecho sólo para concluir que retrocedimos unos 10 años (y se me hacen pocos) en materia política y democrática. Se afianzó la forma autoritaria de ejercer el poder, el presidencialismo a la antigüita se fortaleció otro poco y se amenazó seriamente la independencia y la autonomía del Poder Judicial, que tanto trabajo había costado construir.
Por si no fuera suficiente, todavía el habitante en turno de Los Pinos afirma que México tiene 80 años de estabilidad política y social, que Ayotzinapa y la matanza del 68 son, prácticamente, peccata minuta y que todo es casi perfecto, casi el paraíso para recordar a Luis Spota.
Por último, se dirime públicamente lo que podría ser un diferendo entre Carmen Aristegui y la empresa que hospeda su programa; y dos de sus colaboradores, los que investigaron los casos escandalosos de la red de prostitución del PRI en el DF y el escándalo de la Casa Blanca, son despedidos, en un serio y directo ataque al periodismo y a la libertad de expresión.
De mal en peor, entre el autoritarismo, el cinismo y la locura.

Publicada en El Informador el sábado 14 de marzo de 2015.


domingo, 8 de marzo de 2015

Aguas

Ciudad adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde su comparecencia ante el Congreso de la Unión, en el marco de análisis del Segundo Informe de gobierno del Presidente Peña Nieto en septiembre de 2014, el titular de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfled, dejó entrever que habría una iniciativa para “actualizar” la Ley de Aguas Nacionales cuando afirmó: “La Ley de Aguas Nacionales como tal es una ley que merece estar no sólo a la vanguardia sino actualizarse y por eso ustedes tendrán en sus manos muy pronto, la oportunidad de establecer el espíritu hacía donde debe de ir esta norma en los próximos tiempos no sólo en el tema de cuánto cobrar por una multa resarcitoria, sino en el tema de cómo poner una ley que ha tenido por muchos años un rezago, hacer la radiografía de las cosas”.
En ese momento, Korenfeld respondió a cuestionamientos relacionados con la contaminación de los ríos en Sonora pero adelantó la iniciativa que contempla muchas otras cosas y cuya discusión, dada la forma marrullera en que se estaba manejando en el Legislativo federal, fue suspendida, hasta nuevo aviso.
Me llama la atención la escasez de información al respecto. Quise revisar el dictamen como fue aprobado el miércoles 4 de marzo en comisiones, es decir, como se turnaría para su discusión al día siguiente y nada más no lo encontré en la página de la Cámara de Diputados. Aparecen referencias a la Ley de Aguas Nacionales de 1992, la citada comparecencia de Korenfeld del año pasado y, al buscar “Ley General de Aguas”, aparece un boletín con fecha de 4 de marzo, en donde se da cuenta, con lujo de detalles, de las diversas intervenciones a favor y en contra del dictamen.
Busqué en páginas web de varios periódicos, incluso en algunas ediciones impresas y tampoco. Sé que no es un hecho todavía y que falta para que lo sea. La decisión de suspender la discusión resultó de la queja de diputados, claramente opositores, quienes denunciaron irregularidades en el procedimiento parlamentario como que el dictamen les fue entregado en la madrugada del mismo miércoles.
En una de las pocas notas que encontré en internet, la edición en línea de La Jornada, se afirma lo siguiente: “La mayoría de PRI, PAN y PVEM aprobó en comisiones el dictamen de la Ley General de Aguas, que privatiza el suministro y construcción de infraestructura de agua en todo el país y que incluso declara “de interés público” la participación de concesionarios y organismos privados que prestarán el servicio público y que regula el uso del líquido para la fractura hidráulica (fracking)”.
En el boletín de la Cámara baja no se menciona nada al respecto. Su resumen es el siguiente: “Las Comisiones Unidas de Agua Potable y Saneamiento y de Recursos Hidráulicos aprobaron en lo general, con 31 votos, el dictamen que expide la Ley General de Aguas; contempla garantizar una dotación de 50 litros diarios de líquido para cada habitante del país, mantiene los recursos hidráulicos como propiedad de la nación y trata el asunto como de seguridad nacional” (Boletín No. 5216).
La escasez de información por un lado y, por otro, de los pocos datos que han trascendido, las inconsistencias, contradicciones y ambigüedades, son dos motivos o razones más que suficientes para que se enciendan los focos de alerta. Aunque claro que hay más. Antes de la aprobación en fast track del dictamen, ya estábamos medio entretenidos e indignados con el viaje casi subrepticio (no se anunció aunque ahora ha sido multipublicitado) del Presidente de México y toda su familia, la ampliada, al Reino Unido. Entre la vergüenza y el coraje que causa la banalidad y el boato así como la ignorancia manifiesta ante preguntas expresas de la prensa internacional, aquí en México el polémico dictamen para derogar la Ley de Aguas Nacionales y aprobar la Ley General de Aguas avanzaba.
Luego nos perdimos un poco también con la noticia de la detención del Z-42, digo, qué bueno, pero el asunto del agua es fundamental y hemos estado distraídos con otras cosas. En Bolivia, la Guerra del Agua en Cochabamba fue del detonador de un cambio social que llevó al poder a Evo Morales, nada más para ir calculando.

Es un asunto para no perder de vista aun cuando su discusión se haya suspendido, es temporal. Aguas…

Publicada en El Informador el sábado 7 de marzo e 2015.

viernes, 6 de marzo de 2015

Entrevista a Sergio Pitol

8 de agosto de 1999

Cuando se anunció que Sergio Pitol era el ganador del Premio de Literatura para América Latina y el Caribe “Juan Rulfo” que se entrega en la Feria Internacional del Libro cada año, fui enviada por El Informador para entrevistarlo, a la ciudad de Jalapa. Era el año 1999. Para algunos, el último del siglo XX, un año especial. 
Fue una oportunidad para conocer un poco de Jalapa y ¡qué belleza! Es una ciudad sombreada toda, húmeda, fresca. Hace más de 15 años desde entonces y el recuerdo es grato, no sólo del espacio urbano sino del personaje que motivó la visita. 
La entrevista se publicó en El Informador el 8 de agosto de 1999 y está disponible en la Hemeroteca. La comparto hoy aquí a propósito de que el próximo 18 de marzo Sergio Pitol cumplirá años.


Sergio Pitol, lo que es y lo que no



JALAPA.- Más repuesto de la emoción, Sergio Pitol nos recibe en su hermosa casa de Jalapa. En otros tiempos, en otros momentos, lo nervios han amenazado con traicionarlo, ahora no.
Lo fue al principio, cuando temía volver a México; alguna vez en las primeras conferencias y cuando se vio frente a la prensa ávida por conocer las primeras impresiones del Premio de Literatura para América Latina y el Caribe “Juan Rulfo” 1999.
Pero para él, que es “...los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas... su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”, no es los premios que ha recibido: “uno no vive para ganar premios. Cuando llegan son gratificantes, pero no lo hacen a uno como lo hacen los amigos, las lecturas, la familia. Ganarse un premio tiene que ver con la calidad, con lo que uno hace, no lo transforma a uno... espero que sea una experiencia no transformadora, como son las otras, las místicas, las estéticas, las religiosas”.
[...] para él, que es ...los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas... su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.

La entrevista fue más una conversación. Le apetece hablar y aún se muestra sorprendido porque a menos de una semana de haberse dado la noticia, seguía recibiendo llamadas del extranjero para ser entrevistado; sí, el premio cada vez se cotiza más y día a día adquiere mayor prestigio.
Con sus dos perros merodeando por ahí –Sacho y Diana-- y ladrando con una potencia ensordecedora, hablamos de Juan Rulfo más de lo previsto, él lo quiso así; de por qué estudió Derecho y la influencia de un gran maestro en su destino; de la ciudad de México, que no es ya la que conoció, vivió y disfrutó; de su entusiasmo por luchar por la lectura “lo considero una causa nacional” y de sus preocupaciones por el país. 

Chiapas no ha servido de lección 


Cuando Chiapas, en algún momento pensó en mejor irse a vivir a Italia o a España, pero no se fue.
Se quedó y no sólo eso, fue a Chiapas, prometió volver y lo hizo. Hoy no sabe qué pasa, por lo pronto responde: “parece que no ha servido de lección”, como deseó aquellos primeros días de 1994: “Lo único que cabe esperar de estos diez ultraenigmáticos días que hemos vivido, es que no sean olvidados, que sirvan de lección,  que los consideren como el inicio de una reflexión nacional, que los acerquen a la realidad, que se den cuenta de lo lejos que estamos, por su culpa, de ese Primer Mundo en que ya creían vivir” (El arte de la fuga, p. 298).
Pero no es Chiapas lo que en el fondo le preocupa sino “esa conducta de los mexicanos de cerrar los ojos a los problemas, no solamente en Chiapas, desde la independencia... venimos acarreado numerosos problemas a los que no se da respuesta y cada vez se vuelven más candentes. Habría que hacer un repaso a la historia de México y allí, honestamente, sin dejarse llevar por intereses, sin caer en las trampas de los intereses creados, ver los rezagos que en muchos niveles, en muchos asuntos, en múltiples cuestiones han quedado” desde entonces hasta ahora.
Hay esperanzas: “Esa retórica que se ha utilizado últimamente en torno a los problemas económicos y a la situación general del país, es una retórica que se va convirtiendo para la población en letra muerta. Los economistas del gobierno nos dicen que a partir del proyecto neoliberal que se ha implantado en México, la situación del país ha cambiado benéficamente... (pero) un ciudadano común y corriente como yo me quedo asombrado: –porque viajo por el país con frecuencia— cada vez hay más multimillonarios mientras la clase media se pulveriza, se descapitaliza y aumenta también el número de mendigos, desesperados y delincuentes... es una cuestión que no tiene visos de resolverse de un modo real... queda colgada en las palabras, paralizada”.
Y de Chiapas “casi no sabemos nada, la información regional se presenta con cuentagotas, pero en las pocas veces que hemos visto programas en televisión o en los periódicos. nos hemos enfrentado a una situación monstruosa, mucho más cruel de lo que es posible imaginar... los desplazados, no puede haber cosa más monstruosa que esa. No, parece que Chiapas no ha servido de lección”.
Por fortuna, continúa, hay muchas cosas que han cambiado y se refiere a la competencia política, a los nuevos partidos –ya son once—y a la incertidumbre que acompaña a las democracias. Hace algunos años, recuerda, se sabía quién iba a ganar las elecciones presidenciales aún antes de los comicios , ahora no y, entre otras cosas, esto forma parte del cambio que se vive en México y permite abrigar esperanzas. 


Fuente: Etcétera.


Derecho y literatura


Sergio Pitol estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y terminó, sin embargo, él mismo reconoce que no tenía facultades visibles para el Derecho, no una vocación precisa, y el pensamiento sobre Letras e Historia era vago aún.
En aquellos años, en Córdoba, Veracruz, apenas conocía las distintas carreras universitarias. Era 1949 y las únicas opciones parecían ser Derecho, Medicina e Ingeniería. Las dos últimas fueron inmediatamente descartadas y “si yo quería escribir, lo más cercano era Derecho”. En su casa lo encaminaron hacia esa carrera sobre todo porque, considerando su incipiente atracción por las letras, creían que era ideal como ruta hacia la Literatura. Otros lo habían hecho: Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Octavio Paz...
En Córdoba, muchos maestros de literatura y poetas locales eran también abogados y notarios. Por eso estudió Derecho y concluyó los estudios por una razón mayor.
No le pasó lo que a Jaime Sabines con Medicina.
En las aulas de la facultad, Pitol se encontró con una influencia determinante: su maestro, el doctor Manuel de Pedrozo. Republicano, un español en el exilio que Pitol identifica como un hombre nacido para enseñar, a la manera de Sócrates. Pedrozo había sido diplomático –era conde, por lo demás— y las cátedras que impartía eran Teoría del Estado y Derecho Internacional, pero al terminar las clases, unos pocos interesados, entre ellos Sergio Pitol, Pedrozo conversaba sobre literatura, del goce que leer le producía, sobre todo las letras alemana, francesa y española.
En ese grupo estaba también Carlos Fuentes, y según el autor de El tañido de una flauta, era el único que podía sostener un diálogo más rico con Pedrozo o preguntarle: “Fuentes ya había estado en el extranjero”.
Por las tardes, durante dos o tres años, Pitol asistía como oyente a la Facultad de Filosofía y Letras, la escuela de los Mascarones, un lugar edénico, recuerda, pero no abandonó Derecho por no dejar las conversaciones con Pedrozo,  que continuaron aun cuando habían concluido sus cursos. Todos los sábados se reunían en el café Viena. Pedrozo despertó en  el joven Sergio, la curiosidad primero, pero después la necesidad por saber más, por devorar los libros, ir al teatro, escuchar música, conocer algo de pintura y, al mismo tiempo, por disfrutar la vida. Era otro México.
Pedrozo fue clave y Pitol se sabe privilegiado. Terminó la carrera y el escritor en cierne siguió leyendo y estudiando, cuando apareció en su vida Juan Rulfo. 

Juan Rulfo, personaje sin tiempo


Aunque no lo dice, el premio que recibirá en noviembre en Guadalajara, es significativo para Pitol por partida doble. Primero, porque lleva el nombre del escritor jalisciense a quien admira profundamente (hay una fotografía de Rulfo enmarcada y colgada en su estudio) y, segundo, por el premio en sí, el reconocimiento, la satisfacción, la emoción, el compromiso.
El primer cuento que hizo, recuerda, tiene una marcada influencia de Juan Rulfo: Victorio Ferri cuenta un cuento presenta un personaje afectado de sus facultades mentales, como el Macario de Rulfo.
El contacto con el autor de El llano en llamas, después, fue personal, pero esporádico y surrealista. Dice Pitol que hablaba muy poco, era –como se sabe— de apariencia introvertida, pero cuando decía algo, por lo general era para escandalizar.
Lo primero que le escuchó fue precisamente un “monólogo surrealista” y feroz contra las sinfonolas, esos aparatos del demonio que tenían a la gente enajenada. Bastaba alimentarlas con una moneda y la música se empezaba a escuchar, nadie hablaba. Decía Rulfo que esas cosas iban a terminar matando al lenguaje y a las conversaciones. En su monólogo, Rulfo afirmaba que todas las sinfonolas deberían incautarse porque estaban contaminando, destruyendo y pervirtiendo a los mexicanos.
Años después, Pitol y Rulfo viajaron juntos a Europa, a Varsovia concretamente, habían sido invitados a un encuentro de escritores de América Latina; y al poco tiempo coincidieron en París.
Lo recuerda en casa de Bryce Echenique, en donde se reunía el gran ejército de escritores latinoamericanos que estaba en la Ciudad Lux y “parecía estar y no estar al mismo tiempo”, ensimismado, taciturno, él se evadía. Sólo de vez en cuando soltaba alguna frase que aturdía o sorprendía y los presentes no sabían cómo tomarla.
Cuando Juan Rulfo murió, Pitol era embajador de México en Praga y al preguntarle cuál fue su reacción, simplemente empezó a recordarlo en una librería de la ciudad de México que ya no existe y en donde Rulfo tenía permanentemente reservado un lugar.
Ahí pasaban a saludarlo y a Pitol le parecía “un personaje sin tiempo o estaba incorporado un tiempo especial a él. Lo veía como si no hubiera transcurrido nada y la sensación, al verlo, era de infinitud, de eternidad... cuando murió, sentí que era un fenómeno natural, tan sin señales premonitorias, tan asombrosamente como llegó a la literatura, su muerte parecía la muerte de una época, de una literatura, porque a pesar de haber sido tan breve, la impronta, la huella de su escritura, de su presencia en la vida, fue inmensa”.
Y sigue: “Antes de El llano en llamas, se venía produciendo en México una literatura costumbrista bastante aldeana, a veces folklórica que se arrogaba el papel de crónica absoluta de nuestra nacionalidad. Era una literatura bastante desvencijada ya en los años cincuenta, pero sus autores se consideraban figuras de suma importancia en el país, como una élite sagrada que dictaba y exigía determinadas reglas a los escritores. Todo lo que era diferente al universo que ellos retrataban lo consideraban peligroso, antimexicano y antiviril.
“Cuando aparecieron los dos libros de Rulfo se quedaron anonadados... ese lenguaje tan extraordinariamente castigado, afinado, profundo, era la antítesis de una prosa blanduzca, sin huesos, con efectos muy localistas que ellos manejaban en sus novelas. La obra de Juan Rulfo los desconcertaba enormemente y no lo podían acusar de indiferencia hacia la sociedad o las situaciones sociales del país”, no se le podía considerar peligroso, ni antimexicano ni antiviril.
“Yo creo que el manejo del idioma y de las estructuras les parecía demencial. Había caciques, atropellos, injusticias en el campo y eso estaba bien, pero lo otro, el que los muertos hablaran con los muertos y que de pronto no se supiera quiénes eran los vivos, los escandalizaba y creían que la de Rulfo era una literatura perecedera” producto de las modas dictadas en París”.
Ha pasado el tiempo y ahora la obra de Rulfo está más viva que nunca “su profundidad es tal que cada generación encuentra en ella nuevas motivaciones, nuevas formas de acercamiento a la realidad, y, en cambio, toda la caterva de costumbristas  ha muerto absolutamente”, los nombres de unos cuantos aparecen en los libros de historia, simplemente como referencia de una época “pero no se sostienen ya como literatura”.
Juan Rulfo –continúa Pitol—es uno de los grandes clásicos de la lengua española y su obra, uno de los más geniales testimonios de nuestra vida”. 

Fomento a la lectura, una causa nacional


El autor de El arte de la fuga quiso hablar de la ciudad de México que conoció y los cambios que ahora lamenta, y en esta disertación, al referirse a todas las librerías que han cerrado, Pitol ofrece un dato que se sabe de memoria: sólo superado por Haití, México es el país de América en donde el nivel de lectura es más bajo.
Para el escritor veracruzano es un misterio: “no he logrado explicarme y nadie lo ha hecho, porqué se produjo este derrumbe en los índices de alfabetismo y en los de lectura. La respuesta generalizada es que la televisión y otros medios audiovisuales produjeron este fenómeno, pero ahí es donde me extraña el fenómeno, porque en otros países, como Argentina, Colombia y Brasil que tienen igualmente una vida televisiva, ésta no arrasó con la lectura”.
“Me parece importante que luchemos por la lectura... lo considero una causa nacional al grado de que asimilo la soberanía nacional y la vida democrática a una nación cultivada por sus libros, por el culto a los libros”. Pitol habló entonces de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como un oasis, uno de los que está creciendo y ampliándose de manera muy importante. La FIL, dijo: “es una invitación al resto del país para conservar nuestro patrimonio, mejorar la calidad de vida intelectual y nuestro concepto de humanismo”.
Antes de esto, Pitol habló de la ciudad de México y lo que en ella se ha perdido.
Llegó a la capital del país en los años cincuenta y permaneció allí al empezar los sesenta. En el verano del 61 inició su peregrinar por Europa.
Los once primeros años que vivió en la capital del país ésta no sufrió cambios significativos, no “visiblemente aparatosos”, sin embargo, a lo largo de los casi treinta años que estuvo en el extranjero con regresos esporádicos a la ciudad de México, cada vez que llegaba se encontraba con una urbe diferente y cada vez más delirante “que pretendía a veces, ser lo que no era; que se devoraba a sí misma, se mordía la cola y se extendía hasta lo indecible, como si tuviera el propósito de abarcar todo el país”.
--¿Todavía?
--Todavía
Pitol regresó definitivamente en 1988 a su país y no logró acostumbrarse a la ciudad más grande del mundo “había momentos en que no sabía en dónde estaba porque con el trazo de los ejes viales demolieron cientos de kilómetros de fachadas, ésas que hacían a la ciudad conocida. Ahora ya no existe ningún punto de referencia de los de antes”.
No le llevó mucho tiempo decidir dejar la gran ciudad y trasladarse a Jalapa. No hay punto de comparación, aunque añora la ciudad de México, la que era. Esa ciudad en donde se podían recorrer grandes distancias caminando sin temor a un asalto o a estar expuesto a la contaminación por horas.
Tomó la determinación de alejarse porque además se sintió agraviado, él, que conoció la ciudad de antes cuando supo que el centro de la ciudad se había transformado en centro histórico: “aquellos lugares en donde uno hacia su vida diaria habían desaparecido y al transformarse en centro histórico tenían una vida diferente: calles asfaltadas, tomadas por los vendedores ambulantes... los grandes comercios, las librerías, las tiendas de ropa y las zapaterías en donde uno compraba sus cosas, se pasaron al sur, a Polanco.
Pero lo que más, más, más me dolía era que ya no se podía (no se puede) caminar por la ciudad, era una belleza caminar por ella y ver aquellos ríos de gente por Juárez y Reforma, pero por la contaminación primero y más tarde por la delincuencia, la costumbre desapareció, como no ha sucedido en Buenos Aires por ejemplo”.
México en los cincuenta, era una ciudad intensamente activa en arte y cultura. Había otras teatrales fabulosas, tanto las que se producían en México como las que traían las compañías extranjeras que se presentaban por temporadas de Italia o de Inglaterra: “era un agasajo”.
Desde su punto de vista, esa intensa actividad artística y cultural ha disminuido, guardando las debidas proporciones, y sin duda una prueba es la desaparición de decenas de librerías. Entonces, recuerda Pitol, había librerías especializadas: francesas, italianas, españolas, inglesas “no sé porqué razón se empobreció tanto nuestra vida en este sentido”.
Es aquí cuando manifiesta su preocupación por los bajos niveles de lectura en México y se pronuncia por el fomento a la lectura como una causa nacional, por lo que tiene que ver con la soberanía y con la democracia.

La entrevista se prolongó por más de hora y media, el calor arreciaba y ya Sacho y Diana exigían atención. Sergio Pitol, con calma pero ágil, se levantó del sillón donde estuvo todo el tiempo y fue hasta la puerta, tranquilo, no como alguien cuya relación con la literatura “ha sido visceral, excesiva y aún salvaje”, no como quien responde a incitaciones para escribir; sí como aquel que sabe lo que es, lo que ha sido.


EL INFORMADOR/Laura Castro Golarte, enviada