Ciudad Adentro
LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)
Desde que tengo
uso de razón periodística y ya es algo, el abasto de agua para Guadalajara y la
zona metropolitana ha sido y es un problema. Una cuestión que genera conflictos
desde varios aspectos o aristas pero que por lo general se ha enfrentado como si
sólo tuviera una causa y un efecto. En estas condiciones, es lógico pensar que
no esté resuelto ni vaya a estarlo si no hay un cambio en la actitud de las
autoridades a la hora de abordarlo.
Voy por partes.
Para la clase política en Jalisco de todos los partidos, estén en el Ejecutivo
o en el Legislativo, el agua es un tema político-electoral, para empezar. No es
un problema urgente garantizar el abasto de la metrópoli ni resolver uno de los
elementos básicos para medir la calidad de vida de las personas en el mundo.
Las soluciones que se han dado hasta ahora quedan en el terreno de lo temporal,
casi en lo paliativo.
Es
político-electoral porque los políticos consideran que es un tema muy sensible
y, con base en esta percepción, optan por el engaño y la simulación de frente a
los electores; y entre los propios funcionarios, a la negación total. Si es
necesario racionar el agua, la información se maneja como si fueran tandeos por
obras de mantenimiento y reparación, pero la verdad es que la racionan. Y con
ese cuento, casi siempre afectan a los habitantes de colonias populares. Pero
que a nadie se le ocurra decir la verdad porque entonces perderán votos en las
próximas elecciones.
Tampoco es un
tema cómodo cuando se trata de revisar tarifas, aun cuando en diversas
encuestas desde hace años, la población ha dejado de manifiesto que no le
importa pagar más si eso servirá para garantizar el servicio; con más gusto lo
haría sí esa garantía es en términos sustentables. Entonces, por votos, no se
reconoce crisis en el abasto ni la necesidad de aumentar tarifas. Y esto ha
sido desde hace décadas.
Una cosa lleva a
la otra. Esta actitud es el terreno fértil e ideal para la opacidad. Si la
autoridad no reconoce abiertamente que se trata de racionamiento del agua cada
estiaje, tampoco ofrecerá datos ciertos y contundentes sobre las fugas y
desperdicios que salen del control del SIAPA, por ejemplo; ni se dispone de
toda la información relativa a las condiciones en que se encuentra el equipamiento
para la dotación eficiente y suficiente.
Es también una
cuestión de intereses económicos y de negocio que ha beneficiado a empresas
constructoras y de estudios especializados, en muchos casos pagados en vano
porque las obras o los grandes proyectos no se han concretado; el desgaste ha
sido literal y figurado.
Esta aferrazón
de la autoridad con respecto al manejo del agua potable para la ciudad, por
ejemplo con la presa de El Zapotillo, ha roto cualquier vínculo posible entre
el gobierno y la sociedad civil y las relaciones son tensas, de violencia
soterrada y descalificaciones mutuas. Mal, muy mal.
Esta semana,
específicamente el miércoles, El
Informador organizó un debate al respecto y las posturas de quienes
participaron del lado oficial, es típica. Para empezar, se niega que haya crisis
de abasto, una afirmación que luego dificulta que la sociedad haga suya una
auténtica cultura del agua, para cuidarla pues, siempre, independientemente de
su disponibilidad. ¿No serviría más reconocer la realidad? ¿No contribuiría a
generar conciencia entre la gente? ¿No sería mucho más útil para el diseño
adecuado y preciso de políticas públicas efectivas? ¿No sería, electoralmente
hablando, más redituable una actitud más de verdad, más aterrizada, sin
simulaciones ni negaciones?
Pasa el tiempo y
el modus operandi de la clase
política, en todos los sentidos y desde prácticamente todos los frentes, no
cambia. La negación, la simulación, impiden soluciones de fondo; favorecen que
los políticos en turno, los servidores públicos en plena gestión ni siquiera
escuchen propuestas ingeniosas y sensatas que desde la sociedad civil se
repiten y se repiten y se repiten a ver si algún día atinan, los políticos en
turno, a escuchar, a atender. A ver si algún día dejan de negar realidades que
casi nos aplastan, que se nos vienen encima como tormentas de arena, digo, a
falta de agua.
Columna publicada en El Informador el sábado 23 de abril de 2016.