Ciudad Adentro
Gracias a los
recordatorios de Facebook me reencontré con un artículo publicado hace justo
dos años. Se tituló “Microsismos” y se refería a una lista de hechos criminales
y dolorosos en nuestro país. Me impactó
constatar que prácticamente nada está resuelto; lejos, muy lejos de eso, la
situación empeora.
Hace poco más de
una semana desaparecieron cuatro estudiantes en Veracruz, tres en una parte de
la ciudad y otro en otro lado sin que hasta el momento se sepa si hay relación
entre ambos sucesos; independientemente de eso se trata de cuatro jóvenes de
los que se desconoce su paradero. En julio, desaparecieron y fueron encontrados
muertos más tarde, un muchacho y una muchacha que eran novios. Son 27 mil
mexicanos desaparecidos desde 2007 a la fecha, es decir, entre las
administraciones de Calderón y Peña, sin embargo, cabe decir que según la
investigación de Homero Campa, con base en datos oficiales, en la presente
administración federal desaparece un mexicano cada dos horas (ver: "El país de los desaparecidos").
En el periódico El País definen a Veracruz como “agujero
negro” por la gran cantidad de desapariciones forzadas que acumula y no es
posible olvidar que es el Estado en donde más han asesinado periodistas en los
últimos años, sí, bajo la administración de Javier Duarte de Ochoa.
El 4 de octubre
de 2014 acababa de suceder la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de
Ayotzinapa y hacía apenas unas semanas de los hechos de Tlatlaya. ¿Se acuerdan?
Luego sucede que es tal la vertiginosidad de los diferentes e intensos hechos
en México que pronto perdemos la noción y pensamos que las cosas pasaron hace
menos o hace más tiempo; y que medió entre un hecho y otro un lapso
interminable. Sí me sorprendió recordar que fue Tlatlaya, luego Ayotzinapa y
después un conflicto con el Politécnico. Todo en un lapso de semanas entre
agosto y octubre de hace dos años.
Esta puede ser
una razón, pero otra y muy clara, es que estos conflictos permanecen:
Ayotzinapa sigue siendo un pendiente lacerante, a la fecha se desconoce el
paradero de los muchachos.
Sobre Tlatlaya,
a dos años de entonces se supo que se manipuló la escena de la matanza para
eliminar las acusaciones contra los elementos del Ejército involucrados; se encontraron contradicciones en las
declaraciones de una testigo y se reitera que persiste la impunidad, como en el
caso de Ayotzinapa.
En cuanto al Politécnico, si hace dos años los estudiantes pedían la
renuncia de la directora Yoloxóchitl
Bustamante y lo lograron gracias a la inusitada eficiencia de la Secretaría de
Gobernación, este año nuevamente hubo manifestaciones y paros por las reformas
que adhieren al IPN a la oficina del titular de la Secretaría de Educación.
Aunque han pasado algunos meses desde el paro, no se puede decir que esta
situación esté resuelta dados los antecedentes del Politécnico y sus, reitero,
aguerridos, politizados y muy activos estudiantes.
Y qué decir de la reforma educativa y el conflicto
magisterial. Hace dos años, el 3 de octubre, maestros de la sección 22 en
Oaxaca bloquearon centros comerciales de la capital para exigir que se
atendieran sus propuestas para la reforma educativa. ¿Cuál es el panorama
ahora? Las manifestaciones no han cesado y, una vez más, estamos ante un
problema no resuelto, si acaso, en suspenso con la expectativa, temor o amenaza
de que se resurja y con mayor fuerza.
En aquella columna comenté también la demanda de agua
potable del pueblo yaqui en Sonora; un conflicto cíclico.
Todo es así en nuestro país y no me refiero a la
población en general sino a quienes están en posiciones de gobierno. Mientras
pasan los tres, cuatro o seis años de las diversas administraciones, los
gobernantes nadan de muertito, ofrecen paliativos, soluciones cosméticas,
placebos; pronuncian discursos rimbombantes que hasta parece que se les va la
vida en prometer, en los compromisos que firman, pero a la hora de la hora,
todo se reduce a acciones o medidas temporales. Se van los años de las
administraciones en mesas dizque de diálogo y en realidad es como si
estuviéramos todos los mexicanos luchando por salir de un pantano de arenas
movedizas.
No se avizora salida posible, la desesperación y la
impotencia son mayúsculas; la impunidad aumenta de manera exponencial en la
misma proporción que el cinismo y el desdén por los clamores y las necesidades
ciudadanas. No sé hasta cuándo ni veo cómo. Y así como ahora han pasado dos
años y ya entonces habían transcurrido varios lustros sin soluciones, no sé
cuántos más faltan para tocar fondo y entonces sí empezar a subir, no sé.
Columna publicada en El Informador el sábado 8 de octubre de 2016.