Ciudad Adentro
La semana pasada
traté de desmenuzar los dichos repetidos hasta la náusea del secretario de
Hacienda, para justificar el gasolinazo. Y digo traté no porque no lo haya
logrado, sino por la brevedad del espacio. Con todo y de manera resumida, creo
que lo hice, la cuestión es que, dadas las manifestaciones multitudinarias en
todo el país y después de sus inmerecidas vacaciones, el Presidente salió a
responder en dos momentos: cuando anunció los cambios en el gabinete y en el
mensaje de Año nuevo que de buenos augurios y buenos deseos no traía nada.
Ahora, eso de
responder es un decir, porque el texto está plagado de trampas, detecté por lo
menos unas 10 y se suma a la sarta de ofensas contra los mexicanos que viene
armando cuidadosamente desde que asumió como titular del Ejecutivo.
Antes de
adentrarme en las trampas, no puedo dejar de comentar una de las decisiones de
Peña que más ha indignado a los mexicanos: el nombramiento de Videgaray como
canciller; el funcionario que ahora seguramente está muerto de la risa porque
regresó contra muchos pronósticos disfrazado con un halo de santidad que lo llevó
a decir, con toda la desfachatez, que él de relaciones exteriores no sabe nada
(¿por qué tenemos que pagar los costos de su aprendizaje y quién sabe?).
Ejemplo claro,
este nombramiento, de que Peña no escucha, ni sabe ni quiere. Vamos a las
trampas. Primera: Se trata de un aumento
que viene del exterior y descarta su relación con la reforma energética y
más impuestos. Remito al lector al proyecto de paquete fiscal y al análisis inicial (septiembre de 2016) que se realizó en el Poder Legislativo páginas 4 y 5: “Se propone que a partir de
enero de 2017 se adelante la liberalización del precio de las gasolinas y el
diésel, de manera gradual y ordenada, siendo la CRE y COFECE quienes determinen
el ritmo de la liberalización de los precios para las distintas regiones del
país. Con ello, se busca garantizar una apertura ordenada, basada en el
análisis de dos instituciones con capacidad técnica; mientras entra en vigor la
liberación total, se mantendrá la política de precios máximos vigente”. Es como
si un Ejecutivo hubiera mandado esta propuesta y otro, el gasolinazo.
La segunda
trampa tiene que ver con los argumentos que ha venido repitiendo el secretario
Meade, es decir, de todas manera se han incrementado impuestos; la deuda ha
crecido más de 50 % en lo que va de la administración peñista y se han
recortado programas sociales.
Tercera: las
equivalencias para ponderar el gasto adicional que se tendría que hacer si no
se ordenaba el gasolinazo, son un claro intento de manipulación: paralizar cuatro meses el IMSS (¿qué no
está casi paralizado?); interrumpir dos
años completos los apoyos de Prospera a casi siete millones de familias (¿y
si mejor se trabaja para que efectivamente salgan de la pobreza?) y suspender
el Seguro Popular (¿qué no escribió Peña que era un parche?). Mejor hubiera
hecho equivalencias con respecto al gasto corriente. Por cierto, habló de una
reducción pero en realidad se incrementó por encima del gasto público destinado
a acciones productivas (“México en camino de aumentar el gasto en burócratas en
2017”, Expansión/CNN).
Cuarta: la
pregunta de qué hubiéramos hecho nosotros; quinta: que el incremento en las
gasolinas afecta a los ricos y no a los pobres porque los pobres no tienen
automóviles. Por Dios. ¿Y las repercusiones del incremento en los precios de
todo lo demás, de los productos de la canasta básica, del transporte público?;
sexta: las referencias al sexenio anterior. Y no defiendo para nada a Calderón
pero de eso a que Peña sí haga lo que critica como omisión en el otro, hay un
mundo de distancia, un hoyo negro; séptima: que dizque nos van a defender de
abusos y van a vigilar que no aumente todo (claro, como son tan eficientes)
pero la peor de todas es la de la estabilidad económica y las cuatro cosas que
dice que pasarían si se perdiera: mexicanos perderían
sus empleos; jóvenes graduados no encontrarían
trabajo; familias no podrían pagar su
vivienda y a las amas de casa no les alcanzaría
su gasto. ¿De verdad, en serio? Lo que hizo fue describir esa realidad que se
niega a aceptar, la misma que lo lleva a tomar decisiones aberrantes y a
mantenerse en ellas a pesar de que el país literalmente se le ha echado encima.
¿Cuál estabilidad económica con el peso cayendo frente al dólar? Y no es por el
entorno internacional como pretenden que creamos desde el jefe del Ejecutivo
hasta acomedidas como la ignorante de Claudia Delgadillo, presidenta del PRI
Guadalajara. ¿Y para qué es todo esto? ¿Para que luego se suelten llorando como
López Portillo?
Qué desgracia en
verdad pero sigo creyendo que los mexicanos trascenderemos el miedo.
Columna publicada en El Informador el sábado 7 de enero de 2017.