sábado, 15 de julio de 2017

Romper patrones

Ciudad Adentro

LAURA CASTRO GOLARTE (lauracastro05@gmail.com)

Desde hace varios meses, sobre todo a partir del nuevo conocimiento que he adquirido sobre nuestra historia, una idea me da vueltas en la cabeza y pienso que se puede aplicar prácticamente en todo: es urgente que como sociedad rompamos patrones. No sé, seguramente está en nuestra condición de seres humanos la proclividad a fabricar modelos y rutinas para apegarnos ciegamente en busca de algo de seguridad, independientemente de que sean viciosos o perniciosas. Es lo que aprendimos, es lo que hacemos y si no hay una fuerza externa que nos permita darnos cuenta, por lo menos estar conscientes, seguiremos así toda la vida.
Lo pienso ahora a partir de la ola de violencia en la zona metropolitana de Guadalajara, de las declaraciones y promesas de los funcionarios responsables en turno de que en un mes se reducirá la inseguridad (¿por qué hasta ahora? ¿por qué hasta que se llega a niveles extremos?) y de las cifras apenas dadas a conocer ayer en esta Casa editorial, de lo mal que andamos no sólo en la cantidad de policías por cada 300 mil habitantes según los estándares internacionales, sino en sus condiciones de trabajo empezando por el sueldo.
En esta materia que se viene planteando como problema, como pendiente en la agenda pública desde hace décadas, es fundamental y urgente que se rompan patrones. Imposible empezar de cero, aunque a veces, muchas veces, necesitamos pensar que lo utópico puede ser posible para salir por lo menos de rezagos y retrocesos.
Lo que se expone, una vez más, como problemas en las corporaciones policiacas del Estado y de los municipios es lo de siempre. Y se regresa al tema por la ola de violencia que las autoridades no tienen empacho en achacar al crimen organizado, a pleitos entre bandas, ajustes de cuentas y cuestiones por el estilo, como para justificar sus omisiones y sus ineficiencias.
Dicho así, el mensaje es que la autoridad es incapaz o no quiere combatir al crimen organizado; es como si aceptaran que así es y así será por siempre y para siempre y que no queda otra que convertirnos en espectadores impotentes y, peor, en víctimas.
Ahora, los responsables de la seguridad en Jalisco y en la zona metropolitana ¿no saben lo que pasa? ¿No se supone que se les paga para que elijan a los mejores elementos y por lo menos estén informados de la realidad en las calles? ¿O cómo es posible que a raíz de una ola de violencia —que no quieren reconocer por cierto ni del Estado ni de la ciudad de Guadalajara— se prometa que en un mes se reducirá la inseguridad? ¿Tiene que haber olas de violencia para que ellos se decidan a tomar medidas, para que se pongan a trabajar?
Tal vez lo único que quieren es pasar como sea tres o seis años en sus respectivos cargos, nadar de muertitos, echarle la culpa a otros, cosechar cheques en blanco y pedir por el beneficio de la duda, al cabo hay peores, y mantenerse en el poder confiados en eso, en que son tuertos en una tierra de ciegos.
Es lo que ha pasado con la clase política, a ninguno le conviene entrar a fondo (¿o será que no pueden? ¿que el sistema está tan pervertido, podrido y corrompido que no hay manera?) y se van acumulando rezagos hasta que empezamos a retroceder y nos arrastran por su ineficiencia y su corrupción, porque terminan bajando la guardia o de plano son cooptados por el mazacote de porquería que es el sistema político mexicano.
Ya nos habían prometido otros, hace años, que se combatiría la inseguridad. Hasta una guerra hubo contra el narcotráfico y el crimen organizado con miles de muertos y desaparecidos y se inició una escalada que persiste hasta estos días; y luego están los compromisos locales. ¿Y? ¿En dónde están los resultados? Mandos únicos, estrategias y programas rimbombantes; reformas van y vienen, alternancia, promesas y más promesas. ¿Y? En lugar de mejorar, empeoramos y la situación se consolida en su calidad de insostenible.

Urge romper patrones. Es claro que las formas y los modos que se repiten y repiten sexenio tras sexenio; trienio tras trienio, no están funcionando. Es preciso emprender una purga, una limpieza a fondo y empezar sobre nuevas bases ¿no estamos acaso entre las 20 naciones más poderosas del planeta? ¿No se supone que estar ahí quiere decir que somos un país mucho más rico que otros? Esto por el discursito de que no hay recursos para pagar mejor a los policías e inhibir con ello la corrupción. Conformarse, simular, ser omisos y negligentes en el ejercicio de gobierno, son patrones que se han reproducido a lo largo de décadas ¿quién dijo yo?

Columna publicada en El Informador el sábado 15 de julio de 2017.